Aquel mediodía de verano, bajo un Sol implacable, regresaba yo hacia el coche después de una larga mañana de campo cuando de repente noté algo extraño, como un silencio excesivo y una inquietud sin nombre a mi alrededor. Empecé a oir una especie de zumbido hecho de viento, un rumor que crecía a cada instante delante de mi, que pronto fue como el fragor del aire tras una explosión, y miré por todas partes pero no había nada, cuando de pronto, a la vuelta de unas encinas, apareció algo como esto, un enorme remolino de polvo, una columna de aire que se retorcía rabiosamente, levantando la tierra y la hojarasca. Mientras avanzaba hacia mi, el vendabal del torbellino se volvió casi un estruendo, mi ropa casi parecía querer salir volando, pero entonces, súbitamente, el vórtice perdió fuerza y se desvaneció sobre los matorrales. Todo quedó como si nada hubiera sucedido.
En el Sudoeste de Estados Unidos llaman a estos remolinos de polvo dust devil, "diablo de polvo", y también "diablo que baila", dancing devil. Los indios Navajos creían que estos torbellinos eran espíritus de sus antepasados, que tomaban forma en las soledades del desierto. Creían que, si el aire del tobellino gira en el sentido de las agujas del reloj, es un buen espíritu, pero de lo contrario es maligno. En los desiertos de Oriente Medio estos remolinos pueden crecer hasta cientos de metros de altura, y los llaman djin, que significa “genio” o “demonio”. Leyendas aparte, los remolinos de polvo se forman cuando una masa de aire recalentado sobre el suelo asciende rápidamente a través de una pequeña bolsa de aire más fresco, formando una columna de aire que gira y avanza. Durante los pocos segundos o minutos que duran, no es raro que estos fenómenos generen vientos de 70 km/h o más. Al girar el polvo, se carga de electricidad estática y produce un campo eléctrico de hasta 10.000 voltios por metro, acompañado de un campo magnético oscilante que provoca ruidos en la señal de radio.
Después de ese día no se me olvida que en los páramos manchegos el aire a veces parece cobrar vida propia. Y eso sí, la próxima vez que se me aparezca uno de estos torbellinos miraré en qué dirección gira, todo sea por averiguar qué clase de "espíritus" alberga nuestro ecosistema...
Más sobre diablos de polvo aquí, de donde proceden los datos que comento.
En el Sudoeste de Estados Unidos llaman a estos remolinos de polvo dust devil, "diablo de polvo", y también "diablo que baila", dancing devil. Los indios Navajos creían que estos torbellinos eran espíritus de sus antepasados, que tomaban forma en las soledades del desierto. Creían que, si el aire del tobellino gira en el sentido de las agujas del reloj, es un buen espíritu, pero de lo contrario es maligno. En los desiertos de Oriente Medio estos remolinos pueden crecer hasta cientos de metros de altura, y los llaman djin, que significa “genio” o “demonio”. Leyendas aparte, los remolinos de polvo se forman cuando una masa de aire recalentado sobre el suelo asciende rápidamente a través de una pequeña bolsa de aire más fresco, formando una columna de aire que gira y avanza. Durante los pocos segundos o minutos que duran, no es raro que estos fenómenos generen vientos de 70 km/h o más. Al girar el polvo, se carga de electricidad estática y produce un campo eléctrico de hasta 10.000 voltios por metro, acompañado de un campo magnético oscilante que provoca ruidos en la señal de radio.
Después de ese día no se me olvida que en los páramos manchegos el aire a veces parece cobrar vida propia. Y eso sí, la próxima vez que se me aparezca uno de estos torbellinos miraré en qué dirección gira, todo sea por averiguar qué clase de "espíritus" alberga nuestro ecosistema...
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4 comentarios:
qué curiosa tu historia :) y suerte que escapaste sano y salvo. Un saludo
Gracias, José R. González. Aunque sean a veces espectaculares vistos de cerca, no creo que estos remolinos de polvo sean realmente peligrosos. Saludos naturalistas.
Menos mal que todo quedó en un susto...claro que, para los habitantes minúsculos de la zona, aquello sería un devastador huracán.
Saludos naturalistas y cuidado con esos aires.
Hombre, ¡bienvenido de nuevo por este monte! Aunque ya no es tiempo de remolinos, sí que es cierto que, cuando suceden, los efectos tampoco creo que sean devastadores, aunque puedan alzar en el aire algún insecto; cuando caiga, su poco peso hará que el golpe sea muy poca cosa. Un saludo, naturalista.
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