Siguen los días del regreso a los trópicos, y otro año más cruzan por nuestro monte algunos papamoscas grises (Muscicapa striata, arriba). Pero no debe de gustarles mucho la travesía, porque prefieren vivir en sitios mucho más frescos y umbrosos, en los escasos bosques de ribera que aún se mantienen junto a los ríos de La Mancha. Lo mismo cabe decir de otras aves de paso frecuentes en estos días, como los zarceros comunes, los autillos, y las oropéndolas que nos ocupaban la semana pasada. Otros nómadas son más bien propios de roquedos, naturales o artificiales (pueblos), como los vencejos y las golondrinas. El caso es que casi todas las aves que cruzan esporádicamente por nuestro ecosistema prefieren para vivir un hábitat distinto al seco matorral mediterráneo. Esto es fácil de entender: las aves de paso han de pertenecer mayoritariamente a hábitats diferentes al matorral mediterráneo sencillamente porque en nuestro ecosistema reside casi toda la avifauna de los matorrales bajos de esta región. Y esta observación, que parece tan sencilla, esconde una gran verdad sobre el funcionamiento de la naturaleza.
Vayamos por partes. Según los libros de texto de ecología, una comunidad cualquiera, por ejemplo, de pájaros, se compone de especies que desempeñan determinados "papeles" en la economía del ecosistema, papeles que se suelen llamar nichos ecológicos (por ejemplo, gran carnívoro, carnívoro mediano, carnívoro pequeño...). La ecología clásica nos dice que por cada nicho debemos esperar una sola especie en la comunidad. No puede haber más especies que nichos, porque si dos especies intentaran ocupar el mismo nicho, competirían una con otra hasta que sólo quedara una. En esta visión, la comunidad de pájaros vendría a ser como un club selecto donde sólo se admite a las especies más competitivas.
Vayamos por partes. Según los libros de texto de ecología, una comunidad cualquiera, por ejemplo, de pájaros, se compone de especies que desempeñan determinados "papeles" en la economía del ecosistema, papeles que se suelen llamar nichos ecológicos (por ejemplo, gran carnívoro, carnívoro mediano, carnívoro pequeño...). La ecología clásica nos dice que por cada nicho debemos esperar una sola especie en la comunidad. No puede haber más especies que nichos, porque si dos especies intentaran ocupar el mismo nicho, competirían una con otra hasta que sólo quedara una. En esta visión, la comunidad de pájaros vendría a ser como un club selecto donde sólo se admite a las especies más competitivas.
Sin embargo, esta visión clásica no cuadra bien con la realidad. Si fuera cierta, habría un límite para la cantidad de especies en las comunidades: el número de nichos disponibles. Pero la realidad es que se observa justo lo contrario: la mayoría de los paisajes no parecen estar limitados de ninguna manera en su número de especies. Pongamos por caso nuestro monte. ¿Qué clase de club selecto va a ser, si prácticamente viven en él todas las aves típicas del matorral bajo en la región? Si la competencia fuera tan importante, algunas de esas aves habrían quedado excluidas por las especies más competitivas. Como no hay indicios de que esto suceda, la comunidad de aves se parece más bien a un local de aforo ilimitado que a un club selecto. Y si el aforo ilimitado para las especies es la regla general en los paisajes, como parece serlo, entonces llevamos décadas dando a la competencia un papel exagerado en las comunidades naturales...
Los más interesados en este tema, ¡atentos al artículo clásico del tercer enlace!
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9 comentarios:
Me alegro de haber encontrado este blog tan estupendo, instructivo y donde siempre encuentras una novedad para conocer mejor la enorme variedad que nos rodea
Bienvenido, González, y ya ves, la naturaleza nos desborda de cosas fascinantes a poco que nos da por observarla y por preocuparnos de entender lo que vamos viendo. Un saludo naturalista.
Da gusto encontrarse con estos artículos tan bien documentados, donde siempre que los leo reconozco datos, especies, pero siempre sorprenden.
Un placer leerte, Naturalista. Un saludo.
Gracias, Josélez, si es que cualquier especie nos puede abrir un tema interesante, cuando uno lo piensa un poco. Un saludo naturalista.
Yo también siento la misma perplejidad que tú, aunque tal vez no me la he planteado claramente. A pesar de todo lo que nos han dicho de que las especies que ocupan un mismo nicho tienden a reducir su número hasta que queda una sola vencedora, la verdad es que en el campo se observa una gran variedad de especies con requerimientos muy parecidos. Una entrada muy interesante.
Efectivamente, Antonio: cuesta verlo. Yo lo vi claro cuando miré la lista de aves accidentales y de paso que llevo vistas en el ecosistema y la comparé con la lista de residentes habituales. Más que diferencias de nicho lo que se ven son lo contrario, convergencias de nicho. La idea de que las especies compiten hasta que ocupa cada una un nicho ecológico exclusivo en realidad creo que es uno de los conceptos que más estorban a la hora de entender cómo funciona la naturaleza. Ya nos meteremos más con el nicho este otoño. Un saludo, naturalista.
(Aclaración a mi comentario anterior: convergencias de nicho entre las residentes, ojo.)
A veces el concepto de nicho ecológico parece estar "encasillado".
Saludos, Naturalista.
Y más que encasillado, el problema es intentar explicar la estructura de la biodiversidad a gran escala en términos de una especie-un nicho. Ya digo que volveremos pronto al tema, pero hay muchos casos de entornos muy parecidos en sus condiciones en los que encontramos en uno pocas especies de un grupo y en otro un montón. Por ejemplo, en manglares. Un saludo.
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