25 febrero 2011

Madre de las Hormigas

Mientras las abejas se afanan en los romeros, bañadas en sol, más abajo se extiende el mundo subterráneo, hecho de roca pulverizada, humedad y detritus, un oscuro laberinto sin caminos por donde yerran toda su vida millares de microbios, gusanos diminutos, lombrices, y el lagarto sin patas al que llaman la Madre de las Hormigas. La leyenda de una serpiente atendida por sus hijas hormigas en el corazón del hormiguero se repite extrañamente en distintas culturas, pero en nuestro caso la supuesta matriarca es en realidad un depredador del subsuelo que persigue a las hormigas dentro de sus propias galerías, las rastrea sacando su lengua bífida, las atrae, quizás, con uno de los débiles crujidos que emite, y las engulle una tras otra. Es la culebrilla ciega (Blanus cinereus), un lagarto en el que la evolución ha dado de nuevo con la forma de una lombriz de tierra, con una misma solución para un mismo estilo de vida, en lo que constituye un ejemplo espectacular de convergencia evolutiva. ¿Qué queda de lagarto en la culebrilla ciega? Ya no tiene patas, y sus ojos son sólo como puntos minúsculos cubiertos de escamas, pero todavía puede desprenderse de su cola como un verdadero lagarto.

La culebrilla ciega sólo vive en la Península Ibérica, y en toda Europa es la única especie de su familia, los Anfisbénidos. Tal nombre les viene de un monstruo legendario de la antigua Grecia, la
anfisbena, la Madre de las Hormigas, la serpiente con una cabeza en cada extremo del cuerpo, con lo cual podía moverse hacia delante y hacia atrás sin que se supiera si iba o venía. Puede que esta criatura esté inspirada de algún modo en la culebrilla ciega, cuya cabeza cuesta a veces distinguir de la cola y cuya presencia, en las raras ocasiones en que se deja ver, suele advertirse entre los túneles de un hormiguero al levantar una piedra. Se dice que la anfisbena nació de una gota de sangre de la monstruosa Gorgona Medusa, cuya mirada petrificaba y cuyos cabellos eran serpientes. Después de que Perseo, el Destructor, la decapitase mirando su reflejo en un escudo pulido, la sangre de Medusa cayó al desierto de Libia y fecundó las arenas, produciendo serpientes insólitas que, según se cuenta, fueron el asombro de Catón y de sus soldados cuando recorrieron aquella desolación. Siglos después, en los escudos y bestiarios medievales, la anfisbena reapareció en forma de dragón de dos cabezas, y más tarde aún inspiró el misterioso relato escrito por un Jorge Luis Borges con toques de Lovecraft: There are more things. Ajena a toda esta vida imaginaria, la anfisbena de nuestro monte mediterráneo no tendrá dos cabezas, ni será hija de Medusa, pero, evocando otra leyenda griega, este reptil es para las hormigas el verdadero monstruo de sus laberintos subterráneos.

L
a producción de sonidos en la culebrilla ciega fue descrita por vez primera en Gómez Durán (1985) Producción de sonidos en Blanus cinereus. Doñana Acta Vertebrata 12: 326-327. Más sobre la anfisbena en "El libro de los seres imaginarios", de Jorge Luis Borges y Margarita Guerrero (edición de 2007).

16 febrero 2011

Estudio en escarlata

Aquella mañana de mediados de febrero comencé así mis notas de campo: "9:30, soleado, al pasar de los 12º vuelan las primeras abejas". Zumbaban sobre los romeros cargados de flores, cada una según sus peculiares costumbres... Las grandes Anthophora volaban veloces como ráfagas, libando nerviosamente una flor cada pocos segundos, mientras que las pequeñas Halictus se detenían a veces más de un minuto en la pista de aterrizaje de cada flor. Me senté a contemplar el espectáculo de tanto bullicio diminuto, y pronto descubrí otros visitantes más escasos: una esfinge colibrí... cardenillos... un chinche de la fresa, moscas abejorro, y el más extraño de todos, una mosca tan roja que parecía emanar desde el interior de su cuerpo un resplandor irreal de intenso color bermellón, un ser extravagante, de frente picuda, cuyo cuerpo escarlata reverberaba bajo el sol como un rubí viviente. ¿Quién era este desconocido entre el microcosmos del romero en flor? Imposible averiguarlo sin volver a casa, donde, entre guías y claves de identificación, me sumergí, como Holmes y Watson, en mi particular versión naturalista de su estudio en escarlata. Me costó como una hora, pero finalmente di con la respuesta: era un Conópido del género Myopa, una especie de... abreabejas.

Leí cómo estas moscas se desarrollan como gusanos que devoran vivas por dentro a las abejas y abejorros, al estilo de tantos y tantos otros parasitoides del mundo de los insectos. Pero lo especial de los Conópidos es cómo abordan a su víctima. Tienen unas piezas con forma de abrelatas al final del abdomen, con las cuales abren un poco los segmentos abdominales de las abejas, lo justo para introducirles la muerte en forma de un huevo. Dicen que todo sucede en un abrir y cerrar de ojos: el rápido vuelo de la mosca escarlata, la abeja que recibe un inesperado contacto en el aire, y, tras una lucha en la que ambos insectos pueden caer al suelo forcejeando, todo vuelve a la normalidad. Pero sólo en apariencia: la abeja lleva ya dentro a un pasajero que acabará por alejarla del sol, de las flores del romero, de todo ese mundo que, al romper la primavera, identificamos como el triunfo de la vida, y en el que el insecto rojo me enseñó que también acechan los más refinados y mortales trucos de la evolución.

07 febrero 2011

Lagartijas, muros y especies ocultas

Con los primeros días de sol y buenas temperaturas, la vida se despereza en nuestros montes. Después de semanas de torpor, los insectos y demás animales de sangre fría reanudan su actividad. Los pequeños lagartos mediterráneos, las lagartijas, se calientan por la mañana al sol, con la piel avejentada por las inclemencias del invierno y el hocico húmedo de mordisquear el musgo, de donde lamen gotas de agua. Uno de estos saurios recién salidos del parón invernal (o brumación, en reptiles) es la lagartija ibérica (Podarcis hispanica). Este lagarto menudo se solea sobre las rocas aplanándose hasta el punto de extender sus costados, prolongando su anchura al mover hacia el exterior las costillas. Así logra aumentar al máximo la superficie que expone al sol, con lo cual se calienta más rápidamente y puede pronto lanzarse a acechar insectos, a los que captura con una velocidad y precisión que parecen más propias de un depredador de sangre caliente.

Aunque la lagartija ibérica habita solamente en la Península Ibérica y sólo se adentra un poco en el norte de África y en Francia, el caso es que su apariencia varía más que la muchas especies de distribución mucho más amplia. Esto sugiere que lo que nosotros llamamos "lagartija ibérica" en realidad corresponde a varias especies de distinto aspecto, unidas bajo el común denominador de frecuentar los roquedos y de tener un aspecto similar. Esta sospecha se ha confirmado recientemente mediante estudios genéticos, que han demostrado que la lagartija ibérica en realidad es lo que se llama un "complejo de especies", esto es, varias especies muy semejantes por fuera pero en realidad muy diferentes en su ADN, lo que indica que no se reproducen entre sí y por tanto que son especies por pleno derecho. Mientras se describen estas especies insospechadas de nuestro saurio más familiar, quedémonos con la clave de este asunto: en la naturaleza, lo que llamamos "especie" puede esconder varias especies prácticamente idénticas pero perfectamente válidas. Estas especies, llamadas especies gemelas o especies crípticas, quizá sean frecuentes entre ciertos grupos de seres vivos, pero no las reconoceremos hasta que analicemos cuidadosamente sus genomas. Así que una simple guía de campo no nos bastará para identificar correctamente todo lo que encontremos incluso entre los vertebrados. Si pensábamos que la biodiversidad es un patrimonio desmesurado, lo es más aún...