El canto de las cigarras es una señal infalible de que llegó el verano a los campos mediterráneos. Estos insectos, parientes cercanos de los pulgones, son mayoritariamente tropicales, pero algunas especies viven en el Sur de Europa, quizá como reliquias del pasado subtropical de este continente. Las cigarras cantan haciendo vibrar unas membranas (timbales) que tienen bajo el abdomen, y hay tantos cantos como especies, desde el chirrido desquiciante y sostenido de Tibicina tomentosa, pasando por el familiar chicharreo de la abundantísima Cicada orni (imagen), tan común en los olivares, hasta el canto estilo saltamontes de la pequeña Cicadetta tibialis - las tres especies principales de nuestro ecosistema.
Como es natural, unos insectos tan sonoros y tan robustos no pasan inadvertidos, aunque se camuflen muy bien, y hay numerosas referencias a las cigarras en muchas culturas - en algunas incluso se consideran... ¡un manjar! Por ejemplo, la cigarra es un símbolo de la parte mediterránea de Francia (la Provenza), y en un mito de la antigua Grecia se dice que el troyano Titono fue transformado por los dioses en cigarra. Pero si preguntamos a los niños por estos insectos seguramente nos contarán alguna versión de la fábula de Esopo: después de pasarse la cigarra todo el verano cantando despreocupada y disfrutando de la vida, mientras la hormiga trabajaba incansable almacenando provisiones para el invierno, llegó el frío y entonces la cigarra se acercó al hormiguero a mendigar algo para mantenerse viva, pero solamente recibió la regañina de la hormiga y una moraleja en pro de la previsión y el trabajo duro. En este caso, ¡qué lejos está la fábula de la realidad!
En la naturaleza, las cigarras pasan sus días plácidamente al Sol, cantando mientras succionan savia de las ramas leñosas de los árboles, a menudo de las encinas o de los olivos. Tienen un impresionante "pico" con el que pueden taladrar literalmente la madera hasta llegar a los vasos conductores de savia elaborada, de la cual se alimentan como gigantescos pulgones. Pero a menudo la savia rezuma por los bordes del agujero en el que la cigarra ha hundido su "pico", y eso no pasa desapercibido a las hormigas que recorren las ramas siempre atentas a cualquier cosa comestible o bebible. Las hormigas comienzan a reunirse en torno a la cigarra, deseosas por sorber si quiera una gota del azucarado líquido que hace surtir lo que para ellas es un insecto colosal y virtualmente inatacable. Se arremolinan, trepan sobre la cigarra, le intentan mover las patas para acceder a la savia, y la molestan tanto que al final seguramente acabará marchándose de un vuelo y buscando otra rama en donde practicar otro sondeo. De manera que toda la fábula está al revés: las hormigas en realidad hacen de mendigos aprovechados, y el trabajador duro y legítimo es la cigarra.
Todo esto nos lo cuenta Jean Henri Fabre en el capítulo que dedicó a la cigarra, dentro de su serie Souvenirs Entomologiques. En él nos narra cómo este insecto es en su juventud una larva de patas excavadoras que horada la tierra en busca de raíces de las que succionar savia. Después de largos años, un buen verano esa larva decide por fin emerger al mundo exterior, donde se transformará en una cigarra adulta cuya vida apenas durará un mes. La "piel" de la larva, vacía tras salir de ella la cigarra, a veces se encuentra en los troncos de los olivos, con el aspecto que muestra la figura de abajo en la imagen. Como concluye Fabre (traduzco), "Durante cuatro años ha excavado la tierra con sus patas, ¡y luego de repente está arreglada con una librea exquisita, provista de alas que rivalizan con las de los pájaros, y bañada en calor y luz! ¿Qué timbales pueden sonar lo bastante alto para celebrar su felicidad, tan duramente ganada, y tan, tan corta?".
Ilustración de Detmold para Fabre's Book of Insects, en la edición de 1921 de Hodder and Stoughton (Londres). Podéis descargar el libro en pdf gratis desde el enlace que proporciono a la derecha para la librería virtual.
Como es natural, unos insectos tan sonoros y tan robustos no pasan inadvertidos, aunque se camuflen muy bien, y hay numerosas referencias a las cigarras en muchas culturas - en algunas incluso se consideran... ¡un manjar! Por ejemplo, la cigarra es un símbolo de la parte mediterránea de Francia (la Provenza), y en un mito de la antigua Grecia se dice que el troyano Titono fue transformado por los dioses en cigarra. Pero si preguntamos a los niños por estos insectos seguramente nos contarán alguna versión de la fábula de Esopo: después de pasarse la cigarra todo el verano cantando despreocupada y disfrutando de la vida, mientras la hormiga trabajaba incansable almacenando provisiones para el invierno, llegó el frío y entonces la cigarra se acercó al hormiguero a mendigar algo para mantenerse viva, pero solamente recibió la regañina de la hormiga y una moraleja en pro de la previsión y el trabajo duro. En este caso, ¡qué lejos está la fábula de la realidad!
En la naturaleza, las cigarras pasan sus días plácidamente al Sol, cantando mientras succionan savia de las ramas leñosas de los árboles, a menudo de las encinas o de los olivos. Tienen un impresionante "pico" con el que pueden taladrar literalmente la madera hasta llegar a los vasos conductores de savia elaborada, de la cual se alimentan como gigantescos pulgones. Pero a menudo la savia rezuma por los bordes del agujero en el que la cigarra ha hundido su "pico", y eso no pasa desapercibido a las hormigas que recorren las ramas siempre atentas a cualquier cosa comestible o bebible. Las hormigas comienzan a reunirse en torno a la cigarra, deseosas por sorber si quiera una gota del azucarado líquido que hace surtir lo que para ellas es un insecto colosal y virtualmente inatacable. Se arremolinan, trepan sobre la cigarra, le intentan mover las patas para acceder a la savia, y la molestan tanto que al final seguramente acabará marchándose de un vuelo y buscando otra rama en donde practicar otro sondeo. De manera que toda la fábula está al revés: las hormigas en realidad hacen de mendigos aprovechados, y el trabajador duro y legítimo es la cigarra.
Todo esto nos lo cuenta Jean Henri Fabre en el capítulo que dedicó a la cigarra, dentro de su serie Souvenirs Entomologiques. En él nos narra cómo este insecto es en su juventud una larva de patas excavadoras que horada la tierra en busca de raíces de las que succionar savia. Después de largos años, un buen verano esa larva decide por fin emerger al mundo exterior, donde se transformará en una cigarra adulta cuya vida apenas durará un mes. La "piel" de la larva, vacía tras salir de ella la cigarra, a veces se encuentra en los troncos de los olivos, con el aspecto que muestra la figura de abajo en la imagen. Como concluye Fabre (traduzco), "Durante cuatro años ha excavado la tierra con sus patas, ¡y luego de repente está arreglada con una librea exquisita, provista de alas que rivalizan con las de los pájaros, y bañada en calor y luz! ¿Qué timbales pueden sonar lo bastante alto para celebrar su felicidad, tan duramente ganada, y tan, tan corta?".
Ilustración de Detmold para Fabre's Book of Insects, en la edición de 1921 de Hodder and Stoughton (Londres). Podéis descargar el libro en pdf gratis desde el enlace que proporciono a la derecha para la librería virtual.