Entramos ya en la alta primavera, y nuestro ecosistema se transforma. Las flores que predominaban en abril, los ranúnculos, ahora se marchitan, y va terminando también el tiempo de esas margaritas amarillas que los sucedieron, los Leontodon longirrostris, miembro de la Familia de plantas más diversa del planeta, las Compuestas. Sus semillas van madurando bajo sus vilanos plumosos, a la espera de un futuro golpe de viento y suerte que las lleve a una tierra favorable. Curiosamente, las semillas del borde de la margarita son más voluminosas y tienen vilanos más cortos que las del centro. Esta diferencia en los frutos, llamada heterocarpia, resulta frecuente en muchas Compuestas, como las caléndulas. ¿Qué puede significar, si es que significa algo? En el caso del Leontodon, parece que la heterocarpia es una sutil estrategia para resolver los peligros de apostar. La clave para entender este asunto es que cada tipo de fruto tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como veremos a continuación.
El viento puede llevarse muy lejos un fruto pequeño y con un gran vilano. Por tanto, estos frutos son los mejores para que la planta colonice nuevas tierras, pero... ¿y si esas tierras no son buenas? ¿Y si muchas semillas viajan tanto que ya no caen al pasto, sino a un camino, o a un roquedo? Eso sería un fracaso para la reproducción de la planta, así que parece muy temerario hacer sólo esta clase de frutos, ya que suponen una apuesta y por tanto un riesgo. El segundo tipo de frutos, más pesado y con menos vilano, tiende a viajar menos, por lo que no acarrea tanto riesgo - seguramente caerá cerca de la planta progenitora, en tierra favorable. Al producir ambas clases de fruto, la planta sigue el sabio consejo de no apostarlo todo a una sola carta.
Pero esto es sólo la mitad de la historia, porque los frutos pequeños, además, suelen germinar al año siguiente, mientras que los frutos gruesos tardan habitualmente varios años en germinar. Podríamos pensar que lo mejor es que las semillas germinen cuanto antes, y por tanto que los frutos pequeños tendrán ventaja siempre, pero... ¿qué ocurriría si, después de germinar, llegan heladas, u otros percances? Año perdido para los Leontodon que hayan osado germinar. De manera que, nuevamente, encontramos que hay un riesgo en jugárselo todo a los frutos pequeños. Mejor será que cada planta produzca unas pocas semillas grandes, que irán germinando en años sucesivos y así serán su seguro a prueba de malas primaveras.
Estas margaritas, sin ningún tipo de inteligencia, parecen saber todo esto, pero no hay en ello ningún gran misterio. Como todos los seres vivos, hacen lo que sus genes les indican, esos genes cuyo funcionamiento ha sido probado una y mil veces por la selección natural desde hace miles de millones de años, desde el principio de la vida en La Tierra. Con tamaña prueba, podemos esperar, como mínimo, prudencia al apostar.
Basado en el resumen de este artículo.
El viento puede llevarse muy lejos un fruto pequeño y con un gran vilano. Por tanto, estos frutos son los mejores para que la planta colonice nuevas tierras, pero... ¿y si esas tierras no son buenas? ¿Y si muchas semillas viajan tanto que ya no caen al pasto, sino a un camino, o a un roquedo? Eso sería un fracaso para la reproducción de la planta, así que parece muy temerario hacer sólo esta clase de frutos, ya que suponen una apuesta y por tanto un riesgo. El segundo tipo de frutos, más pesado y con menos vilano, tiende a viajar menos, por lo que no acarrea tanto riesgo - seguramente caerá cerca de la planta progenitora, en tierra favorable. Al producir ambas clases de fruto, la planta sigue el sabio consejo de no apostarlo todo a una sola carta.
Pero esto es sólo la mitad de la historia, porque los frutos pequeños, además, suelen germinar al año siguiente, mientras que los frutos gruesos tardan habitualmente varios años en germinar. Podríamos pensar que lo mejor es que las semillas germinen cuanto antes, y por tanto que los frutos pequeños tendrán ventaja siempre, pero... ¿qué ocurriría si, después de germinar, llegan heladas, u otros percances? Año perdido para los Leontodon que hayan osado germinar. De manera que, nuevamente, encontramos que hay un riesgo en jugárselo todo a los frutos pequeños. Mejor será que cada planta produzca unas pocas semillas grandes, que irán germinando en años sucesivos y así serán su seguro a prueba de malas primaveras.
Estas margaritas, sin ningún tipo de inteligencia, parecen saber todo esto, pero no hay en ello ningún gran misterio. Como todos los seres vivos, hacen lo que sus genes les indican, esos genes cuyo funcionamiento ha sido probado una y mil veces por la selección natural desde hace miles de millones de años, desde el principio de la vida en La Tierra. Con tamaña prueba, podemos esperar, como mínimo, prudencia al apostar.
Basado en el resumen de este artículo.