16 septiembre 2012

Daños colaterales

Hacia esta época del año nacen los lagartos ocelados, para muchos los reptiles más vistosos del continente. Ven su primera luz bajo el aspecto de pequeñas lagartijas de cabeza grande y ocelos blancos, pero cuando crezcan, si los respetan sus numerosos enemigos (coches incluidos), podrán alcanzar las tallas que hacen de esta especie, Timon lepidus, el mayor lagarto de Europa. Hay citas de lagartos de hasta 70 cm de longitud, y este tamaño le garantiza dos cosas. Lo primero, haber sido consumido por el hombre, costumbre más bien folclórica y típica que lo fue del norte de Extremadura. Lo segundo, ser tenido por peligroso (lo sea o no), lo que le ha dado un aura de leyenda negra. Se dice que el lagarto persigue a las mujeres menstruantes por el campo, y que come tantos huevos que diezma las poblaciones de perdiz.
 
Su fama de destructor de huevos es completamente exagerada: estamos ante uno de los reptiles ibéricos cuya dieta se ha estudiado mejor, y los datos dejan claro su régimen mayoritariamente insectívoro. Cuando los huevos de ave están presentes en su menú, es sólo de manera esporádica, por lo que resulta difícil de creer que afecten a la dinámica poblacional de la perdiz. Del mismo modo, resulta anecdótica su captura de gazapos y de otros vertebrados, que suponen sólo alrededor del 1% de la dieta, y sólo están al alcance de los lagartos más grandes. A pesar de ello, en los años 1970 las batidas de lagartos eran habituales en muchos cotos, y todavía hoy se les pone veneno o se abaten, en un ejemplo más de esa miopía ecológica orgullosa de sí misma que todavía campea por lo más recalcitrante de nuestro acervo popular. Porque los lagartos son presas frecuentes de la mayoría de las rapaces y carnívoros, con lo cual, al eliminar al lagarto, se favorece que esos depredadores se dediquen más al conejo y a la perdiz. Lo cual podría hacer que se pierdan más piezas de caza de las que restarían todos los lagartos juntos.

Aparte de la antipatía generalizada que despierta entre los cazadores, este soberbio y hermoso reptil, endémico del oeste de la cuenca mediterránea, afronta otros muchos problemas que le han valido el ser catalogado a escala mundial como "Casi Amenazado", según la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, 2008). La intensificación de la agricultura le viene mal al lagarto, que no prospera en los monocultivos cerealistas faltos de refugio y sobrados de insecticidas. En la llanura de La Crau, en la Provenza, los lagartos ocelados abundaban hasta que en 1995 las ovejas empezaron a ser tratadas con un producto químico para eliminar gusanos parásitos. Este vermicida mejoró la salud de las ovejas pero volvió sus excrementos tóxicos para los escarabajos estercoleros, una de las presas favoritas del lagarto ocelado. Para 1997, estos escarabajos casi habían desaparecido de algunas parcelas, y en una de ellas, que en 1993 albergaba 225 lagartos, sólo quedaban dos. Hoy los lagartos se consideran casi extinguidos en La Crau.
 
Efectos indirectos como el de este caso seguramente se esconden tras el declive de muchas otras especies. Recuerdo la insólita escena veraniega de un gran lagarto ocelado corriendo sobre sus patas traseras, como un pequeño dinosaurio, a través de un claro de nuestro ecosistema. Antes pensaba que los lagartos estaban más o menos a salvo en esta crisis de biodiversidad. No sabía que nuestro modo de vida puede poner en jaque a las especies más cotidianas a través de engranajes ecológicos tan inesperados como, por desgracia, efectivos.
 
Información tomada de la excelente monografía sobre el lagarto ocelado de José A. Mateo (2009) en la Enciclopedia Virtual de los Vertebrados Españoles.