Alcaudón real meridional (Lanius meridionalis) sobre el mapa de regiones biogeográficas de Wallace (1876). Pinchar para ampliar. |
Si hay suerte, cada año podremos ver unas 60 especies de aves en nuestro ecosistema. ¿De dónde han surgido? Ninguna de ellas parece haberse originado aquí, en La Mancha. Debieron de separarse de sus especies antecesoras a cientos, a miles de kilómetros, y desde esa lejanía se dispersaron como nuevas especies hasta alcanzar el pequeño matorral que nos ocupa en este blog. De modo que las piezas (especies) que componen el puzzle de la biodiversidad no sólo se han formado en distintas etapas de la historia de la vida, sino también en diferentes lugares del mundo. Así, la biodiversidad es como un puzzle en el tiempo y en el espacio. ¿Y qué porciones del mundo ocupan las piezas del puzzle de nuestro monte? Fijémonos en un caso sencillo, el de los 42 géneros de aves habituales en el paraje.
Según la distribución mundial de los animales, el naturalista Alfred Russel Wallace dividió el planeta en siete grandes regiones biogeográficas aún vigentes: Paleártico (las tierras templadas y frías del Viejo Mundo), Neártico (Norteamérica), Afrotropical (África y Madagascar, excluyendo el Magreb), Neotropical (Centroamérica y Sudamérica), Oriental (Asia tropical), Australasia (Oceanía y parte de Indonesia) y Antártica. Nuestro ecosistema es un punto diminuto hacia el sudoeste del Paleártico, pero la mayoría de sus especies se distribuyen también por otras regiones. Como es de esperar, ningún género de las aves de nuestro matorral vive en la Antártida, pero hay siete géneros repartidos por las restantes seis regiones del mundo. A estos géneros casi cosmopolitas pertenecen el aguilucho pálido (Circus), el gavilán (Accipiter), el cernícalo vulgar (Falco), la lechuza (Tyto), el chotacabras pardo (Caprimulgus), la golondrina común (Hirundo) y el mirlo y el zorzal común (Turdus). El contrapunto de estos géneros son los restringidos a una región, dos géneros endémicos del Paleártico: la avutarda (Otis) y el sisón (Tetrax), si bien los géneros del petirrojo (Erithacus), del pinzón vulgar (Fringilla) y del triguero (Miliaria) prácticamente pueden considerarse endémicos, ya que apenas salen del Paleártico.
Entre estos extremos están la mayoría de los géneros de aves del paraje, que suelen ocupar unas tres regiones biogeográficas. Con Norteamérica tenemos en común nada menos que 16 géneros, incluyendo el reyezuelo listado (Regulus). Con Oceanía, 13 géneros, por ejemplo, el del alcaraván (Burhinus), los mismos que con los trópicos americanos, donde hay parientes del jilguero (Carduelis). Pero se llevan la palma los trópicos del Viejo Mundo, con los que compartimos nada menos que 37 géneros (34 con la región Afrotropical y 32 con la Oriental). Estos géneros suelen tener muchas especies tropicales, pocas en la zona templada y muy pocas en las tierras frías, lo cual ejemplifica uno de los grandes patrones de la biodiversidad mundial: la riqueza de especies suele aumentar desde los polos hacia el ecuador. Es el llamado gradiente latitudinal de biodiversidad, uno de los temas que han hecho correr más ríos de tinta desde los comienzos de la ecología hasta hoy. ¿A qué puede deberse esta exuberancia de la vida en los trópicos? Hagan sus sugerencias, mientras se fragua otra entrada sobre el asunto...
Datos sobre las regiones biogeográficas que habita cada género de aves tomados de guías de campo, de Wikipedia y de otras páginas web.