Algunos refranes contienen tanto conocimiento del entorno como imprevisible resulta nuestro clima mediterráneo: por estas fechas, el año pasado ya se había dorado el pasto, pero este año en lugar de calor hemos tenido vendabales, frío invernal y nubes que se desplomaban a cada rato en forma de llovizna o tormenta. Todo lo cual supone un reto más para los habitantes de nuestro ecosistema, quienes, acostumbrados a mayos cálidos y soleados, se han encontrado algunas noches con temperaturas rozando la congelación. ¿Cómo han reaccionado a esta contrariedad?
En estos días he podido averiguar parte de la respuesta, porque en las tardes de cierzo y nubarrones el monte puede parecer desierto, pero nada más lejos de la realidad. Mientras observaba desde el coche - el tiempo no aconsejaba otra cosa -, el vuelo de un alcaraván (Burhinus oedicnemus, ver imagen) interrumpió la quietud de la escena, antes de que el pájaro se posara a unos 30 m del coche. Durante un rato lo vi deambular con paso nervioso, parándose a menudo para otear los alrededores, a veces para mirarme de frente con sus ojos como de rapaz nocturna. De vez en cuando lo veía picotear con certera eficacia los insectos que iba encontrando por el suelo y sobre las hojas. Antes de entrar al coche había yo comprobado que los insectos, que saltaban y revoloteaban perezosamente en los filos de hierba (las típulas Nephrotoma que han emergido masivamente, los bibios de huerta, las cigarrillas Cercopis...) estaban claramente entumecidos por el frío. Lo cual los convertía en presas más que fáciles, así que el alcaraván capturó decenas en pocos minutos. Pronto lo perdí de vista detrás de las verónicas que han crecido altas en la rambla húmeda, y entonces dos palomas torcaces se posaron sobre una roca, cerca de allí, y comenzaron a arrullarse para, finalmente, aparearse varias veces, antes de marcharse hacia las encinas del horizonte. Desde allí llegaron en un rato varias rapaces, entre ellas un par de cernícalos y un aguilucho lagunero - que no es tan lagunero como podría pensarse, y visita de vez en cuando el paraje.
Entonces comprendí qué ocurre "cuando mayo marcea": los animales de sangre fría, como insectos y reptiles, bajan su nivel de actividad, y los mamíferos, aunque tienen sangre caliente, tampoco deben de mostrarse demasiado. Como ya notó Charles Elton en su libro pionero sobre ecología animal, la lluvia les empapa el pelaje y eso les haría perder calor y por tanto energía, así que evitan salir. En cambio, los otros vertebrados de sangre caliente, las aves, se las arreglan mucho mejor bajo la llovizna, ya que su plumaje es mucho más impermeable que el pelo de los mamíferos - por la propia estructura de las plumas y por la grasa con que las untan cuando se acicalan. Así que son los pájaros los que se aprovechan de la situación, capturando fácilmente a los insectos entorpecidos por las bajas temperaturas, y prosiguiendo con su ciclo reproductor al aire libre pese a las borrascas. En otra ocasión comenté que los reptiles se adaptan bien al monte mediterráneo porque necesitan para sobrevivir mucha menos energía que los vertebrados de sangre caliente. Pero, como suele ocurrir en ecología, eso es cierto sólo en términos generales, y una de las excepciones es el tiempo que hemos pasado en estos días. Y son esta clase de excepciones las que hacen a la vez tan complicado y tan fascinante el intentar comprender la naturaleza a nuestro alrededor.
En estos días he podido averiguar parte de la respuesta, porque en las tardes de cierzo y nubarrones el monte puede parecer desierto, pero nada más lejos de la realidad. Mientras observaba desde el coche - el tiempo no aconsejaba otra cosa -, el vuelo de un alcaraván (Burhinus oedicnemus, ver imagen) interrumpió la quietud de la escena, antes de que el pájaro se posara a unos 30 m del coche. Durante un rato lo vi deambular con paso nervioso, parándose a menudo para otear los alrededores, a veces para mirarme de frente con sus ojos como de rapaz nocturna. De vez en cuando lo veía picotear con certera eficacia los insectos que iba encontrando por el suelo y sobre las hojas. Antes de entrar al coche había yo comprobado que los insectos, que saltaban y revoloteaban perezosamente en los filos de hierba (las típulas Nephrotoma que han emergido masivamente, los bibios de huerta, las cigarrillas Cercopis...) estaban claramente entumecidos por el frío. Lo cual los convertía en presas más que fáciles, así que el alcaraván capturó decenas en pocos minutos. Pronto lo perdí de vista detrás de las verónicas que han crecido altas en la rambla húmeda, y entonces dos palomas torcaces se posaron sobre una roca, cerca de allí, y comenzaron a arrullarse para, finalmente, aparearse varias veces, antes de marcharse hacia las encinas del horizonte. Desde allí llegaron en un rato varias rapaces, entre ellas un par de cernícalos y un aguilucho lagunero - que no es tan lagunero como podría pensarse, y visita de vez en cuando el paraje.
Entonces comprendí qué ocurre "cuando mayo marcea": los animales de sangre fría, como insectos y reptiles, bajan su nivel de actividad, y los mamíferos, aunque tienen sangre caliente, tampoco deben de mostrarse demasiado. Como ya notó Charles Elton en su libro pionero sobre ecología animal, la lluvia les empapa el pelaje y eso les haría perder calor y por tanto energía, así que evitan salir. En cambio, los otros vertebrados de sangre caliente, las aves, se las arreglan mucho mejor bajo la llovizna, ya que su plumaje es mucho más impermeable que el pelo de los mamíferos - por la propia estructura de las plumas y por la grasa con que las untan cuando se acicalan. Así que son los pájaros los que se aprovechan de la situación, capturando fácilmente a los insectos entorpecidos por las bajas temperaturas, y prosiguiendo con su ciclo reproductor al aire libre pese a las borrascas. En otra ocasión comenté que los reptiles se adaptan bien al monte mediterráneo porque necesitan para sobrevivir mucha menos energía que los vertebrados de sangre caliente. Pero, como suele ocurrir en ecología, eso es cierto sólo en términos generales, y una de las excepciones es el tiempo que hemos pasado en estos días. Y son esta clase de excepciones las que hacen a la vez tan complicado y tan fascinante el intentar comprender la naturaleza a nuestro alrededor.
6 comentarios:
Mayo marceó, pero marzo no mayeó este año.
La humedad ha hecho que muchos insectos asociados al agua sean más abundantes este año. Yo también he visto emergencias abundantes de tipúlidos y he dado de comer a los abundantes mosquitos manchegos...
Espero que nadie le dé por fumigar.
La verdad es que, aunque muchos resultan insidiosos, esta primavera se echa en falta (al menos hasta hace pocos días) la presencia de numerosos insectos de temporada, entre ellos las llamadas mosquitas de mayo.
Saludos, Naturalista.
(Interesante entrada, como siempre...y una preciosa ilustración del alcaraván)
Hola Jesús; yo también creo que este año el refrán no se ha cumplido por marzo, y es curioso cómo, pese a que mayo ha marceado, hay emergencias masivas de especies de insectos. Quizá el calor del final de abril los sincronizó, pese al frío que siguió después. Supongo que cada especie tiene su propio reloj que se guía por cambios ambientales concretos. Saludos naturalistas.
Fcº Javier, sí que he notado también esa escasez relativa de algunas especies, y muchas efímeras no se han visto, es verdad. En cambio, de algunas especies hay más que otros años. Quizá se deba a que les va mejor este tiempo más boreal que hemos tenido, o quizá sea por sus propios ciclos poblacionales. Como siempre, cuanto más piensa uno sobre la naturaleza más misterios se encuentran, muy difíciles de resolver... Saludos naturalistas manchegos.
Amigo Naturalista: me gustan mucho tus comentarios sobre nuestro ecisistema mediterráneo y me parecen preciosas las ilustraciones que nos sueles presentar; esta del alcaraván está logradísima y esos ojos... que como bien dices parecen de rapaz nocturna, miran inquietos a todos lados.
Gracias, anónimo, aunque esta ilustración tiene ya sus años, a ver si me animo a hacer pronto otro alcaraván, que son muy agradecidos con las acuarelas. Saludos naturalistas.
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