24 mayo 2010

No apostarlo todo

Entramos ya en la alta primavera, y nuestro ecosistema se transforma. Las flores que predominaban en abril, los ranúnculos, ahora se marchitan, y va terminando también el tiempo de esas margaritas amarillas que los sucedieron, los Leontodon longirrostris, miembro de la Familia de plantas más diversa del planeta, las Compuestas. Sus semillas van madurando bajo sus vilanos plumosos, a la espera de un futuro golpe de viento y suerte que las lleve a una tierra favorable. Curiosamente, las semillas del borde de la margarita son más voluminosas y tienen vilanos más cortos que las del centro. Esta diferencia en los frutos, llamada heterocarpia, resulta frecuente en muchas Compuestas, como las caléndulas. ¿Qué puede significar, si es que significa algo? En el caso del Leontodon, parece que la heterocarpia es una sutil estrategia para resolver los peligros de apostar. La clave para entender este asunto es que cada tipo de fruto tiene sus ventajas y sus inconvenientes, como veremos a continuación.

El viento puede llevarse muy lejos un fruto pequeño y con un gran vilano. Por tanto, estos frutos son los mejores para que la planta colonice nuevas tierras, pero... ¿y si esas tierras no son buenas? ¿Y si muchas semillas viajan tanto que ya no caen al pasto, sino a un camino, o a un roquedo? Eso sería un fracaso para la reproducción de la planta, así que parece muy temerario hacer sólo esta clase de frutos, ya que suponen una apuesta y por tanto un riesgo. El segundo tipo de frutos, más pesado y con menos vilano, tiende a viajar menos, por lo que no acarrea tanto riesgo - seguramente caerá cerca de la planta progenitora, en tierra favorable. Al producir ambas clases de fruto, la planta sigue el sabio consejo de no apostarlo todo a una sola carta.

Pero esto es sólo la mitad de la historia, porque los frutos pequeños, además, suelen germinar al año siguiente, mientras que los frutos gruesos tardan habitualmente varios años en germinar. Podríamos pensar que lo mejor es que las semillas germinen cuanto antes, y por tanto que los frutos pequeños tendrán ventaja siempre, pero... ¿qué ocurriría si, después de germinar, llegan heladas, u otros percances? Año perdido para los Leontodon que hayan osado germinar. De manera que, nuevamente, encontramos que hay un riesgo en jugárselo todo a los frutos pequeños. Mejor será que cada planta produzca unas pocas semillas grandes, que irán germinando en años sucesivos y así serán su seguro a prueba de malas primaveras.

Estas margaritas, sin ningún tipo de inteligencia, parecen saber todo esto, pero no hay en ello ningún gran misterio. Como todos los seres vivos, hacen lo que sus genes les indican, esos genes cuyo funcionamiento ha sido probado una y mil veces por la selección natural desde hace miles de millones de años, desde el principio de la vida en La Tierra. Con tamaña prueba, podemos esperar, como mínimo, prudencia al apostar.

Basado en el resumen de este artículo.

17 mayo 2010

Cuando mayo marcea...

Algunos refranes contienen tanto conocimiento del entorno como imprevisible resulta nuestro clima mediterráneo: por estas fechas, el año pasado ya se había dorado el pasto, pero este año en lugar de calor hemos tenido vendabales, frío invernal y nubes que se desplomaban a cada rato en forma de llovizna o tormenta. Todo lo cual supone un reto más para los habitantes de nuestro ecosistema, quienes, acostumbrados a mayos cálidos y soleados, se han encontrado algunas noches con temperaturas rozando la congelación. ¿Cómo han reaccionado a esta contrariedad?

En estos días he podido averiguar parte de la respuesta, porque en las tardes de cierzo y nubarrones el monte puede parecer desierto, pero nada más lejos de la realidad. Mientras observaba desde el coche - el tiempo no aconsejaba otra cosa -, el vuelo de un alcaraván (Burhinus oedicnemus, ver imagen) interrumpió la quietud de la escena, antes de que el pájaro se posara a unos 30 m del coche. Durante un rato lo vi deambular con paso nervioso, parándose a menudo para otear los alrededores, a veces para mirarme de frente con sus ojos como de rapaz nocturna. De vez en cuando lo veía picotear con certera eficacia los insectos que iba encontrando por el suelo y sobre las hojas. Antes de entrar al coche había yo comprobado que los insectos, que saltaban y revoloteaban perezosamente en los filos de hierba (las típulas Nephrotoma que han emergido masivamente, los bibios de huerta, las cigarrillas Cercopis...) estaban claramente entumecidos por el frío. Lo cual los convertía en presas más que fáciles, así que el alcaraván capturó decenas en pocos minutos. Pronto lo perdí de vista detrás de las verónicas que han crecido altas en la rambla húmeda, y entonces dos palomas torcaces se posaron sobre una roca, cerca de allí, y comenzaron a arrullarse para, finalmente, aparearse varias veces, antes de marcharse hacia las encinas del horizonte. Desde allí llegaron en un rato varias rapaces, entre ellas un par de cernícalos y un aguilucho lagunero - que no es tan lagunero como podría pensarse, y visita de vez en cuando el paraje.

Entonces comprendí qué ocurre "cuando mayo marcea": los animales de sangre fría, como insectos y reptiles, bajan su nivel de actividad, y los mamíferos, aunque tienen sangre caliente, tampoco deben de mostrarse demasiado. Como ya notó Charles Elton en su libro pionero sobre ecología animal, la lluvia les empapa el pelaje y eso les haría perder calor y por tanto energía, así que evitan salir. En cambio, los otros vertebrados de sangre caliente, las aves, se las arreglan mucho mejor bajo la llovizna, ya que su plumaje es mucho más impermeable que el pelo de los mamíferos - por la propia estructura de las plumas y por la grasa con que las untan cuando se acicalan. Así que son los pájaros los que se aprovechan de la situación, capturando fácilmente a los insectos entorpecidos por las bajas temperaturas, y prosiguiendo con su ciclo reproductor al aire libre pese a las borrascas. En otra ocasión comenté que los reptiles se adaptan bien al monte mediterráneo porque necesitan para sobrevivir mucha menos energía que los vertebrados de sangre caliente. Pero, como suele ocurrir en ecología, eso es cierto sólo en términos generales, y una de las excepciones es el tiempo que hemos pasado en estos días. Y son esta clase de excepciones las que hacen a la vez tan complicado y tan fascinante el intentar comprender la naturaleza a nuestro alrededor.

07 mayo 2010

Alimañas, ratones y bellotas

Aquella tarde de mayo, un Sol enrojecido tocaba ya el horizonte. En el aire quieto cesó la cháchara de las currucas, entre las coscojas, y empezó a oirse el extraño lamento del alcaraván y el tableteo mecánico de las zumayas. Fue entonces cuando bajó por la ladera, con su trote lobuno, el zorro; parándose de trecho en trecho, me miraba, casi se diría que con curiosidad. Hacía poco había yo encontrado su guarida en este monte, la boca de una pequeña sima que el animal había ensanchado removiendo varias rocas grandes, demostrando una fuerza difícil de adivinar en este hermoso cánido. Cuando regresé a la semana siguiente, alguien había cegado su madriguera con enormes piedras. No volví a encontrar rastros de zorro en la zona hasta pasados varios años.

El zorro rojo, Vulpes vulpes, es el carnívoro más ampliamente distribuido del planeta, y por aquí se le considera una alimaña desde tiempos inmemoriales. Algunos cazadores dicen que mata un conejo al día o más, que hay que abatirlo porque mata conejos por el mero placer de matar (¿a diferencia de la mayoría de los cazadores?); aseguran que, cuando la perdiz abunda, las mata a veces para devorar sólo las partes tiernas, y en general muchos opinan que zorros, águilas, culebras... ¿qué produce todo eso? ¡Sólo quita caza!

Volviendo a los hechos, es cierto que en el Sur de España el zorro se alimenta generalmente de conejos, pero su dieta varía muchísimo según el lugar. En concreto, lo que he podido confirmar en el ecosistema es que en sus excrementos sólo aparecen restos de ratones (Apodemus, Mus). Ni rastro de conejo o perdiz, quizá porque los ratones abundan tanto que al zorro le resultan mucho más fáciles de capturar. Los ratones, por su parte, consumen una cantidad ingente de semillas; es habitual encontrar bajo las piedras sus despensas invernales repletas de almendras y bellotas roídas. Se ha demostrado que, de este modo, los ratones hacen fracasar la reproducción sexual de las encinas en pequeños fragmentos de monte mediterráneo. Ante esta situación, salta a la vista que las consecuencias de perseguir a los zorros pueden ser funestas para nuestros montes: a menos zorros, más ratones, y a más ratones, menos bellotas germinarán. Y las encinas pueden vivir mucho, pero no son eternas: las que mueren deben ser reemplazadas por nuevos árboles. Así que termino esta entrada con una pregunta casi retórica: ¿qué será mejor: que los cotos pierdan algunos conejos y perdices, o comprometer el futuro de nuestros montes a largo plazo?

Fuentes sobre la alimentación del zorro en el Sur de España:
1. Purroy y Varela (2003) Mamíferos de España. Lynx Edicions.
2. Valverde (1967) Estructura de una comunidad de vertebrados terrestres. Monografías de la Estación Biológica de Doñana.