Hace millones de años, los pájaros criaban en el Sur de Europa y viajaban al Norte de África para pasar un invierno más benigno. Pero el clima se fue tornando cada vez más estacional, más seco. El desierto del Sahara comenzó a formarse, aunque, como aún era pequeño, los pájaros podían cruzarlo para alcanzar sus territorios de invernada. Cuando se hizo mayor siguieron surcándolo porque la ruta estaba ya fijada generación tras generación y era difícil cambiarla. Ahora es el desierto más grande del mundo, y atravesarlo supone una de las travesías más extremas que pueda afrontar animal alguno. Precisamente en estos días es cuando muchas aves se dirigen hacia esta durísima prueba, hacia las dunas y los regs, para alcanzar las llanuras arboladas del África tropical. Innumerables pájaros de toda Europa cruzan la Península Ibérica entre finales de agosto y durante septiembre, en lo que constituye uno de los pasos migratorios más llamativos del Viejo Mundo.
Entre las aves que regresan en busca de los benignos inviernos africanos se cuentan algunas especies de colorido espectacular, pájaros de linajes tropicales que cuentan con pocos representantes en el Sur de Europa. Llegaron en primavera para reproducirse, atraídos por la abundancia de insectos que caracteriza el estío de este peculiar clima nuestro, casi subtropical, que llamamos mediterráneo. Pero en nuestro ecosistema los insectos ahora declinan, al estar ya muy avanzada la estación seca. Para las aves africanas es el momento de partir.
Las oropéndolas (Oriolus oriolus, arriba, un macho), la única especie europea de una familia eminentemente tropical, hasta ahora han estado ocupadas en sus alamedas y demás bosques de ribera, pero ya se ven cruzar entre las encinas del monte, marchando siempre hacia el Sur. Les siguen las golondrinas, algunos vencejos, los alcaudones comunes, collalbas rubias, abejarucos, abubillas, carracas... Aves todas ellas básicamente insectívoras. Pronto llegarán nuevos visitantes, esta vez dispuestos a pasar el invierno, pero vendrán no a comer insectos sino frutos y semillas. Esto nos revela un punto clave de la ecología del matorral mediterráneo: las estaciones son tan marcadas que hay dos platos fuertes bien distintos para los pájaros: insectos en primavera-verano y frutos en otoño-invierno. Y cuando el plato fuerte se agota, gracias al vuelo las aves pueden buscarlo en otro "restaurante" lejano que lo ofrezca... llámese, por ejemplo, la sabana.
Entre las aves que regresan en busca de los benignos inviernos africanos se cuentan algunas especies de colorido espectacular, pájaros de linajes tropicales que cuentan con pocos representantes en el Sur de Europa. Llegaron en primavera para reproducirse, atraídos por la abundancia de insectos que caracteriza el estío de este peculiar clima nuestro, casi subtropical, que llamamos mediterráneo. Pero en nuestro ecosistema los insectos ahora declinan, al estar ya muy avanzada la estación seca. Para las aves africanas es el momento de partir.
Las oropéndolas (Oriolus oriolus, arriba, un macho), la única especie europea de una familia eminentemente tropical, hasta ahora han estado ocupadas en sus alamedas y demás bosques de ribera, pero ya se ven cruzar entre las encinas del monte, marchando siempre hacia el Sur. Les siguen las golondrinas, algunos vencejos, los alcaudones comunes, collalbas rubias, abejarucos, abubillas, carracas... Aves todas ellas básicamente insectívoras. Pronto llegarán nuevos visitantes, esta vez dispuestos a pasar el invierno, pero vendrán no a comer insectos sino frutos y semillas. Esto nos revela un punto clave de la ecología del matorral mediterráneo: las estaciones son tan marcadas que hay dos platos fuertes bien distintos para los pájaros: insectos en primavera-verano y frutos en otoño-invierno. Y cuando el plato fuerte se agota, gracias al vuelo las aves pueden buscarlo en otro "restaurante" lejano que lo ofrezca... llámese, por ejemplo, la sabana.
8 comentarios:
Gracias por enseñarme.
Un saludote.
Son las señales del cambio de estación, el acortarse de los días y las reuniones de aves como los aviones y golondrinas a la caida de la tarde. Un buen día forman un número crítico y al amanecer marcharán hasta el año próximo.
Otros son voladores solitarios y dispersos, se notan menos, casi no nos damos cuenta de que van desapareciendo.
Es verdad Jesús, ayer mismo vi un montón de aviones y golondrinas reuniéndose, y se pasan el día a ras de mata por el monte. No sabía lo de la "masa crítica" de migradores, aunque es cierto que esas especies, los vencejos, los abejarucos y los estorninos van siempre estos días en grupo, y las oropéndolas nunca. Ya ves, se cierra el primer ciclo natural completo que he ido siguiendo con este blog. Un saludo naturalista.
Ángel, ¡bienvenido por estos lares!
Y los bonito que es verlos partir todos juntos..como una densa nube a veces...
Besos.
Mar
Suerte en el concurso
Al hilo de estos comentarios, ayer vi una cantidad tremenda de abejarucos sobre un cerro cercano al ecosistema, habría no menos de 70 haciendo un jaleo tremendo. Está claro: partida hacia el trópico.
¡Gracias, Mar!
De seguir el cambio de clima es de esperar que el Sáhara aún se agrande más, lo que puede tener consecuencias nefastas en esas grandes migraciones.
Saludos Naturalista.
Es verdad, el Sahara sigue creciendo, y eso suscita la pregunta de cuánto podrán aguantar las aves sin cambiar su ruta. Igual se nos van por el Bósforo, o bordeando la costa. O igual se ven obligadas a adaptarse al entorno boreal sin migrar, lo cual daría para todo un capítulo de Futuro Salvaje. Un saludo.
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