03 noviembre 2009

La red invisible

Las redes alimentarias son la trama de la vida en la naturaleza. Plantas, animales, hongos y una gran variedad de microbios entrelazan su existencia gastando una energía que procede en última instancia del Sol, y haciendo circular los átomos que componen sus cuerpos a lo largo de cadenas de vida que se tejen unas con otras como en un complejísimo telar viviente. Es relativamente fácil hacerse una idea de la estructura de esta red cuando los protagonistas son plantas y animales, pero resulta igualmente fácil pasar por alto a la inmensa mayoría de los seres vivos de la trama, los microbios, cuyas interacciones forman los retazos más secretos del tejido ecológico de nuestras 25 hectáreas. Veremos en esta entrada que la biosfera alberga sorpresas incluso en el interior de una pequeña alfombra de musgo húmedo, crecido a la umbría de una roca.

Este musgo, Pleurochaete squarrosa, es de los pocos capaces de medrar en un entorno tan seco como el monte mediterráneo. Lo consigue en gran parte deshidratándose por completo durante el verano para resucitar con el rocío de la mañana o tras unas lluvias. Entonces sus hojas (filidios en realidad) reverdecen y hacen fotosíntesis durante un tiempo. También entonces vuelven a la vida los seres microscópicos que pueblan la selva en miniatura de estas alfombras verdes. Tomemos una gota del agua sucia que rezuman, pongámosla bajo un microscopio, y exploremos un mundo fantásticamente distinto al de las plantas y animales, pero a la vez extrañamente similar.

Veremos pululando millones de bacterias diminutas, agitadas por las oscilaciones térmicas de las moléculas de agua, alimentándose lentamente de los restos vegetales en descomposición. Estas células son víctimas de los grandes predadores de la gota de agua, los microbios eucariotas. De ellos, algunos nadan batiendo en sincronía pestañas vibrátiles (cilios), como Aspidisca, o permanecen fijados al sustrato con pedúnculos que se contraen o se estiran, atrapando bacterias con su corona de cilios ondulantes; es el caso de Vorticella. Las mayores células de este microcosmos se alojan en caparazones rojizos de quitina, y se arrastran sobre prolongaciones de su cuerpo transparente engullendo bacterias; son las amebas con teca, las Arcella. Conviven con los rotíferos Rotaria, extravagantes animales microscópicos que se estiran y se encogen avanzando como orugas y haciendo rotar sus cilios junto a la boca. Junto a ellos, sobre las hojas muertas del musgo, se deslizan algas unicelulares con forma de bumerán, las diatomeas Hantzschia, que crecen incluso en los platos húmedos bajo las macetas.

En conjunto, esta pequeña red de vida, efímera e invisible, que nace y vive sólo con las lluvias, descompone los restos muertos del musgo, reciclando los nutrientes y devolviendo a la atmósfera el valioso carbono fijado por estas plantas. En nuestro monte, sobre cualquier resto vegetal en descomposición encontraremos fácilmente por lo menos bacterias, y a menudo alguno de sus cazadores eucariotas. Sin estos organismos, los nutrientes acabarían por agotarse y colapsarían primero las plantas y luego los animales. Sería una catástrofe. Pero incluso sin plantas ni animales, las bacterias, ciliados, amebas y rotíferos podrían vivir, a costa de descomponer restos de algas microscópicas. Así que, como si fuera una paradoja o un proberbio, la red más resistente de todas es... la invisible.

Sobre musgos: Guía de Campo de los Líquenes, Musgos y Hepáticas (Wirth, 2004).
Sobre microbios: La Vida en una Gota de Agua (Streble y Krauter, 1985).

12 comentarios:

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

Lo grande y lo pequeño, macro y micro ecología. Ambas dimensiones de la misma estructura vital. Pero, como bien nos ilustras, lo pequeño es más resistente y permanente, menos dependiente que nosotros. Así que, somos los mayores depredadores del planeta y a la vez sus más frágiles habitantes.

Nuevamente, un placer leer y aprender contigo, Naturalista, en tu casa de 25 Ha.

El Naturalista dijo...

Gracias, Fcº Javier, por estrenar nuevamente una entrada con un comentario que nos hace pensar más aún sobre estos temas. Aunque sobre lo de que somos los más frágiles habitantes de La Tierra... no sé yo, porque nuestro nicho ecológico es enorme, mucho más que el de cualquier animal que se me ocurra ahora mismo. Quizá por eso los verdaderos damnificados de nuestras actividades son animales, sí, lo "macro" de los organismos, pero no los generalistas, sino los especialistas. Aunque, visto el ritmo que llevamos expoliando recursos... quizá me equivoque, porque nos habremos hecho frágiles con nuestros propios errores.

Saludos, naturalistas por supuesto, desde muy cerca de las 25 ha.

Anónimo dijo...

Coincido contigo, mi querido Naturalista. Esquilmamos los recursos y, posiblemente, para la especie más adaptativa del planeta, su mayor enemigo sea ella misma. Por desgracia, arrastramos con nosotros a las especies más vulnerables, las más especializadas, pero al menos nos queda el consuelo de que, de llegar al peor de los casos, en que destruyamos buena parte de la vida sobre el planeta, al menos estos microhábitats con las especies que de ellos dependen podrán salvarse y seguir evolucionando.

Por supuesto, esto no es lo deseable, y debemos seguir trabajando en la concienciación, buscando que el hombre no sea un lobo para el hombre... y para el resto de especies (aunque ojalá lo fuese, sensu estricto, ya que el lobo al menos está integrado a la perfección en el equilibrio natural).

Un abrazo. Como siempre, resulta un placer leerte.

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

Más arriba dije que somos “los mayores depredadores del planeta y a la vez sus más frágiles habitantes”. Es evidente que como especie no parecemos muy frágiles, pero como individuos lo somos cada vez más, diría que proporcionalmente a la capacidad depredadora de nuestras grandes (insostenibles) sociedades urbanas. En este sentido, por ejemplo: me considero muchísimo más frágil y dependiente que un esquimal (debería decir inuk) en cuanto a mi capacidad de supervivencia en mi medio (¡no digamos en el suyo!)

Por supuesto, el nicho ecológico de la especie humana es enorme…pero ¿qué hay del nicho ecológico del virus del SIDA, o del Plasmodium de la malaria que causa una muerte humana cada 15 segundos?

Lo pequeño nos precedió sobre el planeta, nos acompaña…y nos sucederá. Por eso agradezco enormemente que nos lo recuerdes en entradas como ésta.

Nuevamente: grandes saludos, Naturalista.

Jesús Dorda dijo...

Hola Naturalista.
Muy interesante este ocular de microscopio que nos has puesto hoy para reflexionar sobre los mundos que nos rodean. Redes dentro de redes.
Siempre fascina al profano este universo de lo pequeño y es un elemento pedagógico importante para que se preste atención a lo que nos pasa desapercibido. Impresionante la capacidad de la vida para aletargarse y para renacer en cuanto vuelven las condiciones adecuadas
¡Y todo eso en una gota de agua!

El Naturalista dijo...

Gracias a todos por vuestros comentarios, me alegra ver cómo con ellos aportáis interés a cada entrada.

Trotalomas, qué razón llevas. A los microbios parece que las extinciones masivas les dan lo mismo, de hecho el registro fósil da la sensación clara de que estos eventos son sólo masivos para animales y plantas. Y está claro que nosotros desequilibramos mucho, aunque la idea de equilibrio natural... igual nos confunde más que nos aclara, ya lo comentaremos luego por aquí.

El Naturalista dijo...

Fcº Javier, en ese primer sentido sí que somos tremendamente frágiles. Da qué pensar, sí, ¿cuántos sobreviviríamos si tuvieramos que utilizar sólo lo que proporciona el entorno? Y al alejarnos de esta clase de conocimiento, ¿no estaremos perdiendo la perspectiva real de nuestro lugar en el mundo?

Sobre el nicho del plasmodio y el virus del SIDA, bueno, como son parásitos especialistas obligados entonces su nicho no es propiamente comparable con el de su único hospedador, no sé yo... ¿El nicho de las cianobacterias incluiría el de todas las plantas terrestres, por llevar cloroplastos? Hmm... Es para pensarlo. Próximo capítulo sobre nichos... ¡en otra entrada! Hasta entonces, saludos al último rincón.

El Naturalista dijo...

Jesús, creo que lo que comentas es lo que me incitó a escribir esta entrada: que una gota de agua puede ser en sí misma un gran universo, a su manera. Incluso de la biodiversidad del interior de una hoja, con todos sus hongos y bacterias parásitas, o del interior de un animal, se podrían escribir blogs enteros. Muchos saludos, pronto empezaré con el libro que me descubriste.

Anónimo dijo...

Sobre lo que comenta Jesús, y en lo que tú incides, Naturalista, leía no hace mucho unas palabras de Edward O. Wilson, que nos hablaban precisamente del maravilloso universo repleto de vida que se despliega ante nosotros a poco que miremos hacia abajo, hacia lo más pequeño.

Un más que interesante campo de estudio y de disfrute, sin duda alguna.

Saludos

El Naturalista dijo...

Sí, Trotalomas, Wilson en su libro "Viaje a las hormigas" cuenta cómo estuvo fascinado desde niño con los "universos secretos" de lo más pequeño, al levantar una piedra y descubrir todo un mundo de insectos afanándose en sus laberintos subterráneos. No en vano se consideraba a sí mismo un naturalista, aunque leyendo sus trabajos parezcan a menudo sólo matemáticas. Como dices, en estos campos hay entretenimiento para rato, desde luego. Saludos naturalistas.

Carmen Montoro dijo...

Naturalista y cia, un placer leer y seguir vuestras argumentaciones. La verdad es que el tema es muy interesante. Ese "complejísimo telar viviente" en una gota de agua rezumada de un filio de musgo es un apasionante universo.

Me recuerdo pegada al ocular del microscópio, dibujando diatomeas, de formas y colores alucinantes, algas unicelulares que muestran diseños espectaculares...lo mínimo es grande.

Conocer y entender las relaciones de esta red ecológica, resistente y persistente, pero invisible como dices, en una auténtica PARADOJA.

Saludos Naturalista!

El Naturalista dijo...

Llevas razón, Carmen, no sólo es fascinante sino que, a menudo, es en los organismos más pequeños donde los diseños geométricos se manifiestan de manera más clara. Lo mínimo no sólo es grande, sino que parece que puede ornamentarse de modo más regular que lo máximo... Este mundo de los microbios está repleto de cosas sorprendentes, ya ves. Muchas gracias por tu comentario, y saludos naturalistas.