23 noviembre 2009

El especialista

Era una tarde de noviembre nublada y fría. El sol bajaba ya hacia el horizonte, iluminando las encinas con una luz pálida y difusa. El viento siseaba entre las retamas, entre los tallos muertos de los asfódelos, y el silencio se cernía sobre el matorral como un presagio incierto.

De repente cruzaron ante mis ojos dos pájaros tan veloces que apenas pude distinguirlos en aquel instante; el primero era verdoso y diminuto, un mosquitero, y tras él, a menos de un palmo de distancia, iba un pájaro grande y gris, un gavilán, persiguiéndolo con asombrosa rapidez a base de certeros aletazos y bruscos golpes de cola para seguir los quiebros del pajarillo, que piaba desesperado mientras la rapaz le ganaba terreno, y tanto se acercó el gavilán que, irguiéndose en el aire, le lanzó las garras llegando casi a tocarlo, pero eso apenas lo desequilibró, y continuó tras el mosquitero hasta que éste se precipitó como una bala entre una pila de sarmientos. El gavilán casi chocó contra ellos y al poco de posarse pareció quedar confuso, como percatándose de que el pajarillo definitivamente se le había escapado. Alzó la cabeza y miró a un lado y a otro con sus ojos amarillos, y sólo entonces notó que yo estaba observándolo a pocos pasos. De inmediato se agachó y alzó el vuelo, perdiéndose entre los arbustos bajo la luz mortecina del crepúsculo.

Desde que presencié esta escena han pasado once años, pero curiosamente los detalles permanecen vivos en mi memoria, más que en mi cuaderno de campo. Muy pocas son las veces que he vuelto a ver un gavilán por el paraje, y siempre ha sido a finales de noviembre. A veces, al pie de las carrascas, aparecen los restos de sus festines: palomas torcaces desplumadas, con la pechuga comida; las derriban y, aún medio vivas, sólo les devoran esa parte. Deben de ser las presas de las hembras (abajo), ya que los machos (arriba) son como una cuarta parte más pequeños y por eso cazan sobre todo pinzones y demás pajarillos. Pero, macho o hembra, un gavilán puede capturar muchas especies de pájaros pequeños o medianos, y lo más llamativo es que las aves constituyen casi el 100% de su dieta. Así es Accipiter nisus: un ornitófago, la rapaz más especialista de nuestras 25 hectáreas.

Son muy sensibles a los insecticidas, como se explica aquí.

10 comentarios:

Jesús Dorda dijo...

Has reflejado perfectamente esa sensación inolvidable. Me has recordado a una persecución que yo ví de una marta a una ardilla.
Muy poético te veo hoy.
Saludos.

El Naturalista dijo...

Hombre, es que la escena no fue para menos... Esos momentos "forjan" naturalistas. Saludos.

Bibiano Montes dijo...

Así parece ser la naturaleza , cuando uno sale al campo el día menos esperado nos sorprende con fenómenos espectaculares como este. A mas salidas más probabilidad, moriría si no pudiese pasear por el campo y contemplar esa natura.........
Excelente descripción y magníficos dibujos como siempre.

Un abrazo,

Carmen Montoro dijo...

Una narración de primera plana, un placer leerla y disfrutarla conforme avanzaba hasta su desenlace.
Es increible que todos esos detalles permanezcan en tu memoria, intactos. El protagonista es el gavilán especialista, que has plasmado magnificamente en tus ilustraciones.

Enhorabuena, Naturalista, con relatos como este creas aficción, y de la buena. Preciosa historia!

Saludos!

El Naturalista dijo...

Bibiano, llevas razón en que, a base de escenas como la que aquí describo, con el tiempo llegas casi a "necesitar" salir de campo cada pocos días. Lo cual, por supuesto, sólo trae más ventajas.

Carmen, lo de los detalles igual no es tan sorprendente si consideramos que en seguida lo anoté todo y, además, que por entonces era aún adolescente, siempre a esa edad se le quedan a uno mejor las imágenes.

Saludos naturalistas, gracias por comentar.

jorapavi dijo...

Precioso relato, has descripto de una forma muy amena esos instantes que quedan grabados para toda la vida, enhorabuen por esta magnífica entrada, un cordial saludo

J.Joaquín Santos dijo...

He tenido la inmensa suerte de contemplar esa misma escena en más de una ocasión en la naturaleza. Es una sensación indescriptible.

Te felicito por el blog, y te dejo aquí el enlace del mio por si quisieras pasarte.

GERENA VERDE (http://gerenaverde.blogspot.com/)

Un saludo...

El Naturalista dijo...

Bienvenidos, jorapavi y kinisantos, a estas 25 hectáreas de matorral mediterráneo, que tantas sorpresas nos deparan... a pesar del incipiente invierno.

Ángel Zamora dijo...

Decía...(se me fue la conexión justo en el momento de publicar) que hay escenas que presenciamos siempre por casualidad y que permanecen en nuestra memoria como si hubiese sido ayer...

Una vez presencié como una comadreja intentaba cazar un gran lagarto y al final aquello acabó en tablas, cada uno tiró por su lado...

Enhorabuena por tu entrada y tu blog.

El Naturalista dijo...

Anzaga, esa combinación de peleadores deja por los suelos lo que cuento en esta entrada... ¡comadreja... y lagarto! Hay comadrejas para todo. ¡Saludos, naturalista!