10 septiembre 2009

El Diablo Mediano

Al caer la tarde, las retamas suenan, crepitando débilmente, como si susurraran. Este apagado crujido es la tosca música que hacen cientos de semillas al golpetear contra su vaina ya seca cuando el viento las agita. Cerca de las semillas, en la base de las hojas como tallos verdes, algunas ninfas de chinche de escudo succionan savia y exudan melaza, cuidadas por sus socias, las hormigas Camponotus; unas moscas diminutas se acercan también y sorben inquietas el dulce líquido, prestas a huir de las hormigas. Más abajo, en la rama, hay cicatrices de hojas que ya murieron, y tienen forma como de espina de rosal. Cuál no sería mi sorpresa al percatarme de que una de estas "espinas"... ¡se movía!

Más tarde descubrí que estas cigarrillas-espina se llamaban Centrotus cornutus, una de las tres especies europeas de una familia eminentemente tropical: los Membrácidos, famosos entre los naturalistas por presentar algunas de las formas más extravagantes entre los animales (hasta aparecen en la película Master and Commander como inspiración de ideas evolutivas para ese doctor que refleja la fascinante época previa a la teoría de la evolución). Su pronoto abultado a menudo tiene prolongaciones que llegan incluso a formar un arco, una especie de atomium de Bruselas, banderines, crisálidas, falsas hormigas, y ... algo tan inclasificable como esto. El aspecto de nuestro Centrotus motivó que Geoffroy, en el S. XVIII, lo llamara "Diablo Mediano"; "Diablo Pequeño" le puso a otro membrácido europeo (Gargara genistae) - al parecer no adjudicó un "Diablo Mayor", quizá porque eso ya le sonó demasiado para un inofensivo insecto que sólo succiona savia tranquilamente.

Llegamos por fin a la "Pregunta Mayor": ¿por qué los membrácidos tienen semejante tórax? Prácticamente desde los tiempos de Darwin se generalizó la idea de que la causa es la selección natural: el insecto mejora su camuflaje al romper su silueta mediante excrecencias del tórax, con lo cual los pájaros lo confundirán a menudo con alguna espina o cicatriz foliar, así que cazarán menos individuos cuanto mejor imiten éstos su entorno vegetal. Resultado: imitaciones perfectas de espinas y otros órganos de plantas. Así, los membrácidos se convirtieron en un clásico de libro de texto para ilustrar la evolución del camuflaje. Sin embargo, incluso hoy en día hay quien pone en duda esta explicación. Si esas prolongaciones mejoran el camuflaje, dicen, ¿por qué entre los membrácidos hay formas que, aparentemente, no sólo no se asemejan a nada que rodee al insecto sino que llaman la atención sobre la planta (pinchad, por favor, en alguno de los vínculos anteriores)? Los que dan mucho peso a esta crítica y a otras sugieren que los membrácidos no son un caso de camuflaje originado por selección natural, sino una caprichosa explosión evolutiva en la que la forma del pronoto, básicamente, no influye en la supervivencia. El enorme desarrollo de ese primer segmento del tórax se achaca a una vieja idea que ya fue esgrimida por los detractores de Darwin en el S. XIX: la ortogénesis, según la cual la evolución sigue tendencias independientes de la selección natural (en este caso, complicar el pronoto) a veces hasta lograr incluso órganos tan exagerados (hipertelia) que perjudican al ser vivo. El ejemplo habitual de ortogénesis hipertélica son las astas gigantes del alce irlandés, a las que Stephen Jay Gould dedicó uno de sus siempre curiosos ensayos.

Por lo visto, no hay pruebas irrefutables a favor o en contra del papel de la selección natural en el caso de los membrácidos... Me quedo, pues, con mi propia experiencia de las tardes junto a las retamas, y os aseguro que no es nada fácil encontrar a estas discretas cigarrillas: aun sabiendo lo que busco, las cicatrices de las hojas me confunden una y otra vez. ¿Por qué para un pájaro no habrían de ser igualmente difíciles de detectar? Para nuestro "Diablo Mediano", desde luego, yo apostaría por la selección natural... (¡pero no demasiado!).

6 comentarios:

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

¡Demonios con el diablo menor!

¿No es esta especie una de aquellas cuya puesta semeja espumarajos, incluso escupitajos diría yo?
Si es así, son unos genios del transformismo incluso antes de nacer.

Parece verosímil que se trate de un camuflaje frente a depredadores. Tal vez estas especies hayan perdido facultades para huir (saltar, volar rápidamente...) y lo compensen con sus disfraces.

Un saludo. Y gracias por esta intrigante entrada.

El Naturalista dijo...

Ahora que lo dices, Fco. Javier, sí creo haber visto por ahí al preparar el post algo así como puestas que parecen... "residuos". Quizá tenga su sentido el que incluso los huevos se camuflen, ahora que caigo, porque las ramas están recorridas por hormigas y se sabe que muchas hormigas mediterráneas son depredadoras "masivas" de huevos de insecto. Fíjate, ¡lo que me hacéis pensar cuando comentáis!

Saludos naturalistas y gracias por dejar caer por aquí ese comentario que hace aún más interesante a nuestro "Diablo Mediano".

jorapavi dijo...

Amena e interesante nota

El Naturalista dijo...

¡Bienvenido, jorapavi! Una cosa más sobre nuestro Diablo Mediano; Fco. Javier, ahora caigo en que igual te refieres a los "salivazos de cuco", esos pegotes de burbujas en la hierba que talmente parecen... un escupitajo, sí. Esas cosas no son obra de los membrácidos, sino las "casas" que se fabrican las ninfas de las cigarrillas espumadoras, otro grupo del cual ya sacaremos algún post porque las hay a centenares en los pastos en primavera. El mundo de las cigarrillas es que es alucinante, ya véis...

Angel Febrero dijo...

Que insecto tan curioso, en el tropico existen unas especies alucinantes!!un saludo, Angel Febrero

El Naturalista dijo...

¡Bienvenido a este monte, Ángel! El diablo mediano no llega a las extravagancias de los membrácidos tropicales, pero con ese pronoto tampoco se queda corto comparado con las demás cigarrillas de Europa. Saludos naturalistas.