13 diciembre 2012

El inquilino acorazado

Ciertas avispas jurásicas comenzaron a excavar galerías subterráneas, y en su mundo de laberintos oscuros perdieron las alas, se organizaron como una sociedad de castas al mando de una reina, y hoy llamamos hormigas a sus lejanos descendientes. Las hormigas crearon un nuevo hábitat, el de sus hormigueros, un ambiente protegido, abastecido de provisiones y amortiguado respecto al frío y al calor del exterior. Algunos invertebrados supieron aprovechar las ventajas de este nuevo mundo, se convirtieron en las “mascotas” de las hormigas, como veíamos en una entrada anterior. En estos días de frío, bajo la escarcha, en lo profundo de los túneles, deambulan entre la masa de hormigas en movimiento unos inquilinos mucho más extraños y fuertes que la indefensa cochinilla de la humedad.

Podemos encontrar a estos insólitos comensales al levantar una roca y dejar al descubierto los intrincados pasadizos del hormiguero, pero resulta fácil pasarlos por alto, pues en ese momento sólo nos parecerán grumos de tierra, o como mucho conchas vacías y estropeadas de algún caracol. Pero una vez me entretuve lo bastante ante la piedra levantada como para que uno de esos grumos cobrase vida. De pronto, unas patas asomaron del pequeño estuche terroso, revelando que era en realidad el habitáculo de una larva de escarabajo. Durante más de un año, la naturaleza de esa larva fue para mí un misterio. Hasta que, leyendo por casualidad en una guía de campo, di con la respuesta.
Como pude confirmar, era una larva de escarabajo clítrido, seguramente del género Lachnaia, o Clytra, un insecto que pasaba su estadío juvenil errando a ciegas por el dédalo de un hormiguero. Se alimenta, creemos, de los detritus que va encontrándose por los pasadizos. Se protege de las belicosas hormigas fabricándose ese estuche terroso a base de sus propios excrementos, una funda que crece al ir creciendo el gusano que la construye. Ante el inquisidor contacto de las antenas de una hormiga, la larva de clítrido se refugia velozmente en el estuche, taponando la entrada con la dura placa esclerotizada que escuda su cabeza. De este modo logra sobrevivir entre la marea de obreras dispuestas a eliminar a cualquier intruso en su colonia. Y cuando finalmente la larva se convierte en crisálida, suele hacerlo bajo una roca, cerca del exterior, facilitando así el escape al escarabajo adulto.

Un peligro más letal que la horda de hormigas acecha a esta larva acorazada. Lo vi en una sola ocasión en trece años, o quizás no, no estoy seguro. Sólo sé que una vez, al levantar una roca, observé atónito, entre las hormigas, a una hormiga de terciopelo, una de esas avispas vellosas, rojinegras y sin alas. Este intruso avanzaba sin ninguna preocupación aparente junto a las hormigas, lo cual me extrañó porque normalmente los insectos huyen de ellas. Más tarde averigüé que una especie de hormiga de terciopelo, Physetopoda halensis, se desarrolla parasitando larvas de Clytra dentro de los hormigueros. Tal vez sorprendí a una de estas especialistas extremas buscando a su víctima, no puedo confirmarlo.

En cualquier caso, existe una avispa de terciopelo que crece devorando a un gusano acorazado, que a su vez vive como comensal de unas avispas subterráneas… Sumemos una extravagancia evolutiva más a la larga lista de rarezas vivientes del matorral mediterráneo.

8 comentarios:

Gozález dijo...

Como siempre, otra magnífica entrada Naturalista.
A ver si tenes suerte en las vacaciones de Navidad consigues bservar la avispa de terciopelo y fotogafirla con la misma nitidez que el gusano acorazado.

Carlos M. Herrera dijo...

Fascinante historia, la desconocía por completo, gracias por traerla.

Podríamos seguir añadiendo complejidad: esos escarabajos, cuando se convierten en adultos, son voraces herbívoros defoliadores de muchas plantas (yo los he visto a menudo en Pistacia lentiscus).

Saludos.

El Naturalista dijo...

González, todo se andará, pero me da que buscarla es como lo de la aguja y el pajar. Por casualidad podría salir de nuevo, o quizá... se podría probar "cebándola" con unas larvas de estas puestas en un hormiguero, esperando a ver si alguna se anima a acercarse. Comunicaré cualquier avance. Saludos naturalistas.

El Naturalista dijo...

Y esos escarabajos defoliadores, Carlos, tal vez acaben sus días siendo consumido su cuerpo muerto por las hormigas con las que se criaron, al ser las hormigas unas carroñeras tan eficaces para los cadáveres de insectos en verano. Una complejidad que puede incluso cerrarse sobre sí misma, y también abrirse en mil conexiones hacia cualquier otro organismo de este monte. Saludos naturalistas.

Carlos M. Herrera dijo...

Esas hormigas de la foto me parecen del género Messor y son granívoras exclusivas, solo comen semillas. Pero en el matorral mediterráneo, sobre todo en sitios áridos y calientes, sí que las hay especializadas en consumir insectos muertos, como las del genero Cataglyphis. Esas podrían aprovecharse de sus cadáveres.

Saludos.

El Naturalista dijo...

Ya, parecen Messor,pero las larvas de estos crisomélidos puede vivir en hormigueros de otros géneros de hormigas que son omnívoras y que no desdeñan las "minicarroñas" entomológicas. Por ejemplo,han citado a las de Clytra en nidos de Formica. A mi me ha salido alguna larva como la de la imagen en hormigueros de Camponotus pilicornis, que le tira bien a los insectos muertos, pero curiosamente nunca las he visto con las Cataglyphis velox del paraje. ¿Tal vez sean éstas demasiado feroces para la larva? No sé...

Jesús Dorda dijo...

Los crisomélidos Lachnaia y Clytra son además un ejemplo precioso de mimetismo batesiano y mulleriano ya que son varias las que se protegen entre sí con el mismo diseño que las mariquitas y los venenosos Mylabris.
Saludos

El Naturalista dijo...

Cierto, Jesús, te me has adelantado al tema de otra entrada sobre mimetismo en insectos, pero no con esos protagonistas en concreto, sino con otros que van en negro más que rojo, no en rojo más que negro. En primavera los veremos. Saludos naturalistas.