09 agosto 2012

El delfín de los eriales

Ocurrió hace unos 5 millones de años. El deterioro del clima traía nuevos retos para la vida en la cuenca mediterránea. Entre sus millares de tipos de plantas, pugnaba por sobrevivir un linaje de pequeñas hierbas llegadas hacía pocos millones de años desde más allá de los confines orientales del mar. Por sus flores amoratadas, con forma de espolón, hoy las llamamos espuelas de caballero, y por su lejana semejanza con un delfín, bajo cierto punto de vista, se clasifican dentro del género y subgénero Delphinium. En estas espuelas se repitió la misma historia que en tantas otras plantas de la región: formaron poblaciones que ocupaban una llanura entera, una cordillera, una península... poblaciones que se quedaron relativamente aisladas entre sí durante algún tiempo, seguramente por las vicisitudes de la geografía y del clima. Estas poblaciones aisladas iban evolucionando por separado, y, al no mezclarse entre sí, se diferenciaban cada vez más, hasta que eventualmente se convirtieron en especies distintas. Así, a través del aislamiento geográfico, suelen originarse las especies (especiación alopátrica). Y así es como debió de surgir la espuela de caballero de nuestro ecosistema, Delphinium gracile, una hierba exclusiva de la Península Ibérica y del norte de África, uno de tantos endemismos que hacen de los territorios de clima mediterráneo un caleidoscopio de diversidad florística sólo comparable con los trópicos.

Nuestra flor-delfín parece frágil entre los eriales dorados y áridos que habita, su tallo es tan débil que se comba cuando se posa a libarla uno de los abejorros que, se cree, son sus principales polinizadores. Se diría que la planta está ocultando con su aspecto las temibles armas químicas que contiene. Porque este Delphinium está repleto de toxinas cuyo efecto aún no se conoce bien, aunque sí se sabe que su estructura química es muy similar a la de la metilaconitina (MLA), un alcaloide presente en otras hierbas del mismo género, con propiedades paralizantes al estilo del curare, pues bloquea la contracción muscular (del músculo esquelético, en este caso) y puede llegar a causar la muerte. Con semejante defensa, resulta más fácil de entender que las espuelas de caballero se vean casi siempre intactas en pleno verano, cuando apenas quedan plantas verdes y por tanto deberían de ser muy apetecidas por los insectos herbívoros y por el ganado. Dado que otros Delphinium han provocado envenenamientos de ganado, no me extrañaría en absoluto que los animales evitasen estas hierbas. Y como suele ocurrir con las plantas peligrosas, las espuelas de caballero han tenido ciertos usos medicinales en el pasado, aunque la fiabilidad de algunos de ellos parece tan dudosa como la creencia de que ayudan a combatir la picadura del escorpión o de que alejan de los establos a las brujas, en Transilvania.

La cronología de la evolución de las espuelas de caballero procede de este artículo, y las referencias sobre los usos figuran aquí. Planta identificada con la Flora Vascular de Andalucía Oriental.

4 comentarios:

Jesús Dorda dijo...

Siempre me ha llamado la atención cómo saben los herbívoros qué deben y qué no deben comer. En algún sitio leí que las cabras daban una patada a los cabritos cuando se acercaban a las plantas tóxicas, pero no sé si es cierto o uno de los muchos mitos pastoriles.
Es muy gratificante ver como cada vez se van desentrañando más historias evolutivas de animales y plantas.
Saludos

El Naturalista dijo...

Lo desconozco totalmente, Jesús, pero, incluso si los cabritos fuesen educados por sus madres, ¿qué harán los insectos, tan inmunes a cualquier tipo de educación parental? Deben de guiarse por alguna propiedad organoléptica de la planta, si no, no me lo explico. Tal vez el ganado haga lo mismo hasta cierto punto, aunque más curioso resulta pensar que, si realmente los chotillos reciben una educación alimentaria, podría haber toda una cultura gastronómica heredada por el rebaño. Saludos naturalistas.

El Grumete dijo...

El parecido de la flor con el delfín es más evidente en el caso de antiguos dibujos medievales de delfines, o de mosaicos romanos.
Como todas las relaciones que observamos a diario en los paseos por el campo, parece inexplicable el resultado. Incluso en el caso de que no maten a las cabras y que sólo siente mal la ingesta de esta planta, el hecho de que finalmente relacionaran la planta con el síntoma ya era para nota. La etología de nuestros animales más próximos, la comunicación entre ellos y la relación con el medio tiene todavía muchos misterios para nosotros. Es una suerte ser naturalista y ver el mundo desde nuestra perspectiva. Yo por lo menos así lo pienso

El Naturalista dijo...

Estoy de acuerdo con lo del parecido de la flor con el delfín. Pero no sé si las cabras relacionan la planta con el síntoma, de hecho no he escrito eso, sólo que no me extrañaría que por instinto evitaran ciertas plantas por su sabor, olor, etc. No tienen por qué relacionar la planta con ningún síntoma para evitarla, la selección natural tiene otros mecanismos para mantener la supervivencia mucho más poderosos que el razonamiento deductivo. Saludos.