Avanzaba sigiloso, apoyándome en cada paso tan despacio como caía el sol hacia el oeste, pero la hojarasca se empeñaba en crujir bajo mi peso amenazando con delatarme. Entré a un claro orlado de coscojas y encinas, desde donde la voz surgía de algún lugar oculto en el ramaje de enfrente. Desde unos espartos que apenas me disimulaban, oí la voz acercarse y detenerse en la horquilla de una encina, y a través de los prismáticos lo que imaginaba como alguna nueva especie de curruca, inusualmente áspera en su cháchara, resultó ser un joven alcaudón común (Lanius senator), que a juzgar por su librea no debía de llevar muchas semanas fuera del nido. Cada verano suelo ver algunos juveniles de esta especie en el paraje, antes de que se marchen al África subsahariana, así que, un tanto decepcionado, bajé los prismáticos, pero de repente me interesé de nuevo cuando vi que cerca del alcaudón había pájaros revoloteando. Llegué a contar cuatro currucas: un macho de rabilarga, dos cabecinegras (macho y hembra) y quizá una hembra de carrasqueña. Estos pajarillos saltaban de rama en rama, a escasos metros del alcaudón, y lo contemplaban como extrañados de su canto. Lo miraban agitar la cola medio abierta en abanico, una y otra vez, y ante todo parecían sentir mucha curiosidad por la evidente imitación del canto de las currucas que estaba elaborando ese pájaro. Al cabo de un rato fueron marchándose del claro, y el imitador se fue el último. Pocos días después fui testigo de otra escena similar, esta vez protagonizada por un alcaudón común adulto como solista y algunas currucas rabilargas como público.
Todavía no he podido observar el presumible objetivo que persigue el alcaudón con estas imitaciones extravagantes. Pero sospecho que a veces su exhibición termina cuando alguna curruca imprudente se acerca hasta desencadenar el ataque del imitador. Así actúa el pariente grande de esta especie, el alcaudón real meridional (Lanius meridionalis), que habita en la cercana Sierra de Alhambra y es famoso por capturar bastantes lagartijas, roedores y pajarillos, a los que mata y ensarta luego en espinos. Esta costumbre de empalar a sus víctimas permite al alcaudón real desgarrarlas más fácilmente, sin ser tan fuerte como una rapaz, ya que tirando con el pico puede ir sacando bocados. En el alcaudón real parece como si el linaje de los pájaros (Paseriformes) estuviera avanzando hacia la producción de una estirpe de rapaces; en cambio, el alcaudón común prácticamente sólo come insectos, eso dicen los libros. Sin embargo, lo cierto es que también captura de vez en cuando algún pajarillo. Y al parecer debe de utilizar la misma técnica que el alcaudón real: imita el canto de ciertas especies de pájaros, empleando así un señuelo sonoro con el que atraer a los incautos, algo así como si fuera un siniestro flautista de Hamelin del matorral mediterráneo.
Agradeceré cualquier información adicional sobre este curioso comportamiento del alcaudón común, que al parecer se conoce poco y empieza a perfeccionarse desde que el pájaro tiene plumaje de juvenil.
Agradeceré cualquier información adicional sobre este curioso comportamiento del alcaudón común, que al parecer se conoce poco y empieza a perfeccionarse desde que el pájaro tiene plumaje de juvenil.
4 comentarios:
Tan interesante como siempre. Me encanta seguir blog.
SALUDOS NATURALISTA
Saludos veraniegos, Eloy.
Interesante comportamiento.
Estos paseriformes superan con su pericia las armas que la evolución no les ha proporcionado. Si tuviesen el tamaño y las garras de un águila, por poner un ejemplo, serían unos animales de cuidado.
Saludos
Serían tremendos si fueran de la talla de un Aquila, sí, sobre todo si mantuviesen la cabeza proporcionalmente tan grande como la tienen (en algunos lugares los llaman "cabezones"). Aunque quizás dentro de unos millones de años tendremos en la cuenca mediterránea ratoneros y cernícalos tan pequeños como alcaudones, si la evolución apuesta por la dieta insectívora que estas rapaces suelen tener en la región mucho más que en las tierras boreales. Un saludo.
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