11 julio 2012

Collalbas y estrellas de mar

Un macho de collalba rubia (Oenanthe hispanica), pájaro de campo abierto que cada año viene a criar desde África. Recuerdo que esta especie fue la primera que identifiqué utilizando mi primera guía de aves... y a partir de ahí empezó todo.
En junio de 1963, en una costa del Pacífico un poco más al sur de Canadá, Robert T. Paine se preguntó qué pasaría si eliminásemos a los depredadores en un ecosistema. Y se fijó en una orilla rocosa repleta de mejillones, percebes, lapas y bellotas de mar, entre las que se deslizaba el caracol carnívoro Thais. Pero todos estos animales, incluso Thais, eran presa del mayor depredador del lugar, la estrella de mar Pisaster ochraceus. Nuestro naturalista simplemente mantuvo a la estrella de mar fuera de una pequeña parcela de costa, y esperó unos meses. Sin la estrella, empezaron a ocurrir cambios en la comunidad. Las bellotas de mar, libres de su enemigo, se extendieron hasta que ocuparon la mayoría del espacio disponible, hacia septiembre. Para el siguiente junio, los mejillones y percebes, lentos pero seguros, estaban reemplazando a las bellotas de mar, y las algas, antes frecuentes, escaseaban. Muchas otras especies se vieron alteradas, con el resultado de que la comunidad pasó de tener unas 15 especies a sólo 8. ¡Y sólo por faltar la estrella de mar! Este depredador era clave para mantener la diversidad de la costa, porque, al comerse a los competidores más agresivos, permitía a los competidores más débiles mantenerse sobre el tablero ecológico. Algo parecido a lo que hacía el conejo con las hierbas, como vimos en este post. Este efecto, llamado "predación clave" (keystone predation), hizo del artículo en el que Paine lo describió todo un clásico de la historia de la ecología.

La red alimentaria de una costa rocosa de Norteamérica, en donde la estrella de mar ocupa el puesto de superpredador. Basado en el artículo de Paine (1966).

En nuestro monte, la estrella de mar podría muy bien ser el zorro, las culebras y los lagartos, todos los animales que, de vez en cuando, depredan huevos o pollos de los nidos a ras de suelo. El papel de las bellotas de mar, mejillones y percebes sería representado por cogujadas, calandrias, collalbas y demás pajarillos que nidifican en el suelo, en campo abierto. Se ha demostrado que los nidos de estas aves suelen ser depredados con mucha más frecuencia que los de pájaros que nidifican en árboles o matorrales, lugares que por su estructura protegen de muchos depredadores oportunistas. Así que cabe aplicar a las pequeñas aves de campo abierto nuestro ejemplo de la estrella de mar, y entonces surge la idea de que la gran depredación que sufren podría en realidad ayudarles a coexistir más fácilmente, manteniendo su diversidad local más alta de lo que sería sin tanto enemigo. Los depredadores, al relajar la competencia entre especies, podrían también ser la causa de que estos pajarillos ocupen nichos ecológicos muy similares (generalmente, insectívoros-granívoros con un hábitat de campo abierto poco especializado). Quizás, por esa competencia relajada, la selección natural no ha ejercido la misma presión sobre estas aves que sobre otras a la hora de separar los nichos nítidamente. Desconozco si realmente ha sido así, pero no deja de impresionarme el que, bajo la apariencia totalmente distinta de una costa rocosa y de un monte mediterráneo, podamos encontrar unos mismos principios, y que éstos, pese a conocerse desde hace mucho, nos abran nuevas perspectivas para entender la biodiversidad.

4 comentarios:

Jesús Dorda dijo...

Supongo que igual que el "árbol de la vida" está lleno de ejemplos de convergencia adaptativa, los ecosistemas tienden a tener estructuras muy parecidas aunque el medio físico sea diferente.
Como siempre, interesante reflexión.
Saludos.

El Naturalista dijo...

Esa convergencia ecológica en realidad viene de que el modo de vida depredador ha evolucionado independientemente en diversos linajes (equinodermos y vertebrados, en este caso). Así, la convergencia ecológica vendría de una especie de convergencia evolutiva, o convergencia trófica, no sé cómo llamarlo. Saludos naturalistas.

Anónimo dijo...

Como siempre, magnífica entrada. Ha merecido la pena esperar tanto tiempo desde "Las armas invisibles del Arlequín"
Saludos

El Naturalista dijo...

Bueno, tampoco ha sido tanto tiempo, sigo fiel al ritmo que me puse de dos entradas mensuales, lo cual me da tiempo de sobra para hacerlas al nivel que me gusta. Un saludo, Anónimo.