
Podemos imaginar a un antepasado de la escolopendra errando por orillas nebulosas como las de este marjal, pintado por Burian, repleto de extrañas plantas primordiales, un paisaje de hace más de 400 millones de años, cuando todavía faltaban por encenderse muchas de las estrellas que hoy vemos, como las Pléyades que ahora brillan titilantes sobre el matorral nocturno. Igual que mirar a las estrellas es observar el pasado, porque su luz tarda años en llegarnos, así contemplar la biodiversidad es adentrarse en un puzzle hecho de especies cuyo diseño corporal es el recuerdo vivo de una historia más vieja que muchas estrellas. Escribió el filósofo Spinoza que el hombre sabio intenta, dentro de lo posible, ver las cosas sub specie aeternitatis, esto es, bajo el ángulo de la eternidad. Sin llegar tan lejos, algo parecido nos ofrece la naturaleza cada día: un compendio de maravillas biológicas que son como puentes en el tiempo uniendo en el presente distintas edades de la historia del planeta.
Información sobre los principios activos del veneno de la escolopendra procedente de Blas, M. y cols. (1987) Historia Natural de los Països Catalans, 10.