31 agosto 2009

Acróbatas


Este año el verano fue prematuro. Ya a mediados de mayo el pasto comenzó a secarse, lo que significa casi un mes más de sequía. Por eso ahora nuestro monte está más desierto que nunca: apenas hay saltamontes, apenas se oye nada, salvo, de vez en cuando, un débil carraspeo procedente de las marañas de encina. Un poco de paciencia y unos prismáticos nos revelarán que son currucas, pájaros de apenas 10 gramos de peso, ágiles y veloces desplazándose dentro de las encinas de rama en rama. Esta acuarela muestra un macho de curruca rabilarga (Sylvia undata), una de las más comunes del ecosistema, si bien su población cambia mucho de un año a otro. Con el fresco del atardecer, las currucas revisan las ramas en busca de los insectos que en verano se refugian a centenares bajo la sombra de cada encina, huyendo del calor del Sol bajo el que sólo los saltamontes y algunos otros no sucumben. Así que no es extraño que estos pájaros aguanten aquí incluso en lo peor del verano: viven en oasis de sombra repletos de presas.

30 agosto 2009

Las hormigas león

A finales de agosto, entre las desoladas y diminutas selvas de hierba quebradiza, revolotean errantes las hormigas león. No son libélulas, pero, como éstas, cazan insectos, ya desde la infancia. Esta secuencia de imágenes muestra una larva de hormiga león sepultándose en la arena, en julio, con la superficie del suelo a 44º C:

Enterrada, caza a la espera, atenazando con sus "mandíbulas" a pequeños insectos, sobre todo hormigas (de ahí su nombre). Pongo comillas porque no son verdaderas mandíbulas, sino piezas bucales huecas con las que succiona los jugos de su víctima. Probablemente esta larva sea de la hormiga león más común en el ecosistema, Macronemurus appendiculatus, pero el insecto adulto en la imagen anterior es de otra especie, Myrmecaelurus trigrammus, inconfundible por el tinte amarillento de sus alas. Sus larvas, como las de otras hormigas león, excavan pequeños hoyos en forma de cono, permaneciendo enterradas en el fondo a la espera de presas. Las hormigas, al caer a estos fosos, resbalan por la pendiente y acaban en las fauces del diminuto monstruo. Si se retrasan en su caída, este león de hormigas las desequilibrará desde abajo lanzándoles decididas paladas de arena con su cabeza plana. Cuando, al cabo quizás de más de un año, se transforme en adulto, dejará de cazar a ras de suelo, pero entre el pasto seco podrá ser capturado por rápidas moscas rapaces, los Asílidos, a los cuales dedicaremos alguna que otra entrada...

Claves para identificar estas hormigas león: Navás (1909) y Giacomino (2007).

El espectáculo desconocido

He aquí un monte mediterráneo del Campo de Montiel, en la provincia de Ciudad Real. Uno de tantos parches de matorral de la Península Ibérica, rodeado de cultivos, raído por siglos de corta de leña y de pastoreo. Muchos naturalistas exploraron sitios exóticos y espectaculares: la selva tropical, los bosques ecuatoriales, las sabanas... lugares con los que la mayoría de la gente opinaría que este monte no puede compararse. Es un error comprensible. Porque, ¿quién diría, a primera vista, que en este austero paisaje habitan casi un millar de especies? Durante más de 12 años he tenido la fortuna de poder descubrirlas y ser testigo de sus vidas. Muchas son seres fascinantes cuyo aspecto y modo de vida cautivan la imaginación. Otras, más familiares, figuran en mitos y leyendas. Con su actividad, hacen que el ecosistema funcione, y ejercen poderosas pero invisibles influencias en nuestras vidas. De todos estos compañeros de viaje en la nave Tierra podemos aprender algo. Acompañadme, a lo largo de este cuaderno de campo, en un paseo por este espectáculo desconocido aún por demasiada gente.