Llegué justo después de una tromba de agua y encontré, en lugar de un camino, un río que encauzaba unos 70 litros por segundo, con saltos de agua, pequeños rápidos y estos dos extraños muñecos de paja. El agua arrastró por la rambla del ecosistema kilos de paja seca, acumulándola en las espinas de las dos aliagas de esta foto. A su paso, la corriente dejó al descubierto la roca madre en el fondo del camino, y en los bordes desenterró hasta la raíz los rompesacos ya marchitos. Los animales estaban desubicados por la tormenta recién pasada, salvo los milpieses Ommatoiulus y los enormes escarabajos de las tinieblas Blaps, que salían por fin de sus refugios subterráneos tras meses de sequía. Los pájaros en migración cruzaban piando alarmados: pardillos, papamoscas... insensibles a la mirada atenta de un mochuelo sobre las pedrizas cercanas. En apenas dos horas, el torrente cesó y sólo quedaron charcos. En nuestra región mediterránea, a veces, muy pocas veces, un monte seco puede convertirse en un río...
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9 comentarios:
Aquí una prueba más de los problemas de la erosión y el cambio climático, en fin, espero que reaccionemos a tiempo...
Saludos
Totalmente de acuerdo con Ramoul, cada ve más bestiales esas lluvias, y también los suelos y cultivos peor manejados favorables para que en cuestión de minutos esa ansiada agua se pierda para el ecosistema........
Saludos,
A veces llegan a ser dramáticas, pero son parte esencial de nuestros montes mediterráneos. Traen la muerte y la erosión, pero también nuevas oportunidades para los organismos colonizadores.
Sequía y tormentas. Muerte y vida. Organización y caos. Los extremos se tocan en el ámbito de lo mediterráneo...y son una de las causas de su biodiversdad.
El único inconveniente es que la inadecuada gestión de estos ecosistemas favorezca un balance negativo para la biodiversidad.
Perdón, se me olvidó una "i" en la primera "biodiversidad"...y lo más importante:
Saludos naturalistas.
Lleva razón Fco. Javier, en la región mediterránea la impredecibilidad meteorológica del final del verano implica este tipo de cosas, y aunque parezcan catastróficas en realidad son parte del ecosistema desde hace al menos 3 millones de años, cuando aproximadamente se cree que se estableció el clima mediterráneo. Y es cierto que las perturbaciones como esta tromba de agua lo que hacen es "resetear" el tablero ecológico en ciertas zonas de modo que especies pioneras vuelven a establecerse, con lo cual aumenta la biodiversidad en conjunto. Pasa como con los fuegos o la herbivoría, aumentan la complejidad del ecosistema.
Otra cosa es que por causa del cambio climático se favorezca más esta clase de eventos, lo cual sí que alterará a largo plazo la marcha de los ecosistemas mediterráneos. Supongo que por ahí va la cosa, pero realmente no podría asegurarlo. Necesitaría informarme más, porque ya sabéis que la relación entre calentamiento global e incidencia de huracanes tampoco está muy clara, al parecer.
En todo caso, el torrente discurría por una rambla que los más antiguos del lugar ya conocen como "una cañada", es decir, un desaguadero natural. Fue espectacular, pero... ¡no creo que haya visto nada nuevo! Saludos naturalistas a todos, y gracias por vuestras opiniones.
Mi comentario iba a ir por el mismo sendero que marca Javier. No dudo que el cambio climático pueda favorecer estas pequeñas catástrofes naturales (o no tan pequeñas según el lugar y los daños) pero también influye, y creo que en mayor medida, los cambios en la morfología del terreno, que altera lo que siempre fueron aliviaderos de agua o el excesivo pisoteo por parte de maquinaria y animales, entre otras cosas.
Saludos.
Claro, el problema muchas veces somos nosotros mismos al no dar oídos a lo que nos está contando un paisaje: que los torrentes de la gota fría lo han esculpido y que, aunque no ocurra durante décadas, cualquier año el agua puede regresar sin aviso. Es lo que tiene el mediterráneo: impredecibilidad para regalar...
Yo, me voy a quedar con la imagen refrescante de una tormenta equilibradora de la temperatura.
La tierra arrastrada, su olor, y con ella, multitud de semillas que como con el viento, germinarán bastante lejos de su lugar de nacimiento. Las muertes, serán la consecución de la vida para los opotunistas de turno. Y el paisaje tomará hasta la reabilitación por pate del hombre, otro matiz característico del desorden de la naturaleza.
Las 25 hectáreas, muy bien aprovechadas, Naturalista.
Saludos.
¡Bienvenido a este monte, Javier 16! Yo también me quedo con esas ideas que apuntas, pero también, cómo no, con la sospecha de lo que comentan Ramuol y Bibiano: ¿está nuestra especie fomentando esta clase de pequeñas catástrofes meteorológicas a través del calentamiento global? Mientras tanto, como decía un artículo de Herrera en Quercus, "la única certeza es la incertidumbre"... Saludos naturalistas, y felicitaciones por tu interesante blog.
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