07 septiembre 2011

¿Hijos de la Antártida?

Todo lo que sucede es fruto del azar o de la necesidad, decía Demócrito. Ambos se entremezclan en la naturaleza de modo que muchas veces apenas se distinguen, y entonces podemos confundirnos. Así, algunos ven misteriosas casualidades por doquier donde otros se empeñan en distinguir una lógica, una cadena de fichas de dominó que caen una tras otra, de manera elegante pero sospechosamente simple. Bien, ¿quiénes están en lo cierto? Pensémoslo mediante un ejemplo, un caso real que nos llevará muy hacia atrás en el tiempo, a la época en que Europa tenía junglas tropicales, un mundo perdido destinado a sucumbir por un cambio climático.

La primera ficha de dominó de nuestra historia cayó hace unos 35-40 millones de años, cuando la deriva continental separó la Antártida de los demás continentes. Aislada en el polo sur, una corriente marina comenzó a circundarla, unas aguas que se enfriaron progresivamente. Así cambió la circulación de las corrientes oceánicas del planeta, y en la Antártida avanzaron los glaciares donde antes había bosques templados. Por todo el mundo, el clima se tornó más fresco. Eso provocó menos evaporación, por tanto menos nubes, por tanto menos lluvias. La sequía se extendió por el interior de Asia, lejos del mar, y las estepas avanzaron. En ese hábitat evolucionaron nuevas especies esteparias, los ancestros de las avutardas, de las gangas, alondras y cogujadas, y de nuestra perdiz roja (Alectoris rufa). Lentamente, el clima mundial siguió deteriorándose, y el frío y la sequedad llegaron a cambiar los paisajes de Europa. Las selvas fueron desapareciendo, y en torno al mar Mediterráneo, hace unos 3-7 millones de años, fue fraguándose un clima con estación seca, pero aún templado. Con la sequía, los incendios eran más frecuentes, y como resultado los bosques retrocedieron, siendo sustituidos por matorrales más abiertos, resistentes al fuego. Ese nuevo hábitat se extendió de sur a norte y de este a oeste, y proporcionó un lugar donde vivir para las aves de las estepas asiáticas. Seguramente llegó de Asia algo parecido a la perdiz chukar, y su estirpe se dividió originando varias especies, una para cada zona de la cuenca mediterránea: primero la perdiz moruna, del norte de África, hace unos 6 millones de años; y luego, en el sur de Europa, dos especies: al este la perdiz griega, y al oeste nuestra patirroja; ambas surgieron hace como 2 millones de años.

Causa: la Antártida queda aislada. Consecuencia: la perdiz roja. ¿Es así de sencillo? Ni de lejos. Porque en cada paso de esta historia desconocemos qué papel tuvo el azar, cómo influyó en la dirección del movimiento de los continentes, en la reorganización de las corrientes marinas y sobre todo en las mutaciones que debieron de acumularse en el origen de estas perdices, cambios genéticos que de por sí sabemos que son aleatorios. Si pudiéramos dar marcha atrás y dejar que la historia comenzase de nuevo, ¿tendríamos otra vez a los cazadores empeñados en abatir perdices rojas? Stephen Jay Gould propuso originariamente este tipo de cuestión en su libro "La vida maravillosa", y como él podemos concluir que la historia más bien se parece a una mezcla de necesidad y de azar, lo cual hace del presente sólo una opción más de las muchas que pudieron ser y no fueron. Quizás esa incertidumbre ante lo forzoso de los acontecimientos naturales sea lo más razonable que podamos aprender reflexionando sobre... una perdiz.

Datos sobre la evolución de las perdices Alectoris procedentes de Randi et al. (1992) Biochemical analysis of relationships of Mediterranean Alectoris partridges. The Auk, 109: 358-367. La historia de los cambios globales se basa, entre otras fuentes, en Blondel y Aronson (1999) Biology and wildlife of the Mediterranean region. Oxford University Press.

8 comentarios:

Abel Bermejo García dijo...

Los cambios son el motor que crean o destruyen especies, tanto animal como vegetal y siempre ofrece alguna oportunidad a esas especies que por su capacidad de adaptación pasa a ser el mejor preparado para colonizar el nuevo ambiente. Pienso que más que azar es capacidad para afrontar la nueva situación.
un saludo

El Naturalista dijo...

Bueno Abel, dos cosas:
- Las especies a veces surgen sin que haya un cambio aparente en su entorno. Por hibridación, por poliploidía, etc. También se pueden extinguir sin cambio ambiental alguno, simplemente por accidentes demográficos, si por azar llegan a ser muy escasas.
- El que origina nuevas especies no tiene por qué ser el mejor preparado para colonizar un nuevo entorno. Por ejemplo, en las islas Canarias las aves marinas, viajeras incansables de larga distancia, colonizadoras excelentes, no han originado una sola especie. Sí las han originado especies de tierra firme, con mucha menor capacidad de colonización: palomas, herrerillos, pinzones...

Estoy de acuerdo en que no sólo es azar... de eso va la historia, ¿no?

Un saludo, naturalista, y gracias por tu comentario.

Abel Bermejo García dijo...

La hibridación en la naturaleza se produce cuando las condiciones ambientales cambian, te pongo el ejemplo del oso polar y el oso grizzly, se han encontrado híbridos y incluso hijos de híbridos que al parecer son aptos para la reproducción. Si no hubiese existido la variación climática actual, ambas especies no se hubiesen adentrado uno en el hábitat del otro. De igual forma si no se hubiese formado el Ártico es posible que el osos polar no existiera hoy en día. Creo que el modelo de las aves marinas no ha evolucionado a otro, por que ese modelo funciona. Otro ejemplo de modelo evolutivo, son los cocodrilos, caimanes y gaviales que no han tenido necesidad de cambiar.Las palomas o Herrerillos quizás han originado otras especies debido a esa menor capacidad de colonización, adaptándose a lo hay, vamos especializándose en algo que le permita sobrevivir. Bueno es un tema para hablar un rato, pero creo que estamos de acuerdo en la fundamental.
Un saludo
Abel

El Naturalista dijo...

Interesante, Abel, yo los ejemplos de hibridación que conozco se refieren sobre todo a plantas y no requieren para el contacto de ambas especies un cambio de condiciones, como ese caso que comentas de los osos. Sobre las aves marinas, bueno, ahí tenemos a la pardela balear, endemismo mediterráneo. En cualquier caso, los motivos ecológicos que conducen a que unos linajes originen especies y otros no, en las mismas condiciones, en mi opinión son una de las cosas de las que menos sabemos en evolución. Y sí, creo que estamos de acuerdo en lo principal. Saludos naturalistas.

Jesús Dorda dijo...

La comparación entre los tiempos de eventos geológicos con las distancias genéticas están aportando unos interesantísimos datos sobre la evolución a todos los niveles, desde grandes grupos a las subespecies.
Los efectos de algunas cuestiones ecológicas son más difíciles de deducir, como la depredación y la competencia, pero en algunas especies también se están obteniendo bastantes datos.
Desde luego, no hay especies humildes en el momento de darnos información sobre los mecanismos evolutivos.
Muy interesante la sucesión de acontecimientos sobre la historia de las perdices.

El Naturalista dijo...

Recuerdo que en los pinzones de las Galápagos encontraron que incluso los eventos de migración que modificaban el proceso de especiación estaban al parecer inducidos por cambios climáticos o geológicos. Está claro que a gran escala la evolución responde sobre todo a las fluctuaciones del sistema Tierra. El tema es que no está claro hasta qué punto ni en qué grupos. Por ejemplo, los vertebrados endotermos seguramente sean más resistentes frente a los cambios de clima, etc.

Fcº Javier Barbadillo Salgado dijo...

Estoy de acuerdo en que azar y necesidad se entremezclan en la Naturaleza. La historia evolutiva de la perdiz roja (como la de tantantas especies) posiblemente fue fruto de una azarosa necesidad y de un necesario azar.
Incierta y fascinante Vida ésta.
Saludos Naturalista

El Naturalista dijo...

Sí, Fco. Javier, y a veces se pierde de vista un extremo u otro de ese binomio azar-necesidad, no sólo al pensar en la naturaleza, sino en la vida diaria. Muy filosófico todo esto, ¿verdad? Un saludo, naturalista.