26 octubre 2009

Giro a la izquierda

Siguen cayendo, cada pocos días, las lluvias del otoño, y en el suelo ya humedecido se despierta una fantástica variedad de pequeños seres. Durante el verano han permanecido ocultos, bajo tierra, o entre las grietas de las rocas, a salvo de morir deshidratados, pero ahora, por fin, llegó su turno. Levantemos con cuidado algunas piedras, y descubramos a estos secretos habitantes del mundo subterráneo...

A menudo encontraremos pequeños objetos fusiformes que a primera vista parecen crisálidas de mariposas pero que, a través de la lupa de campo, revelan ser caracolas. Como es natural, en un hábitat tan seco como el monte mediterráneo un grupo como los moluscos no encuentra las condiciones más favorables, lo que se refleja en que sólo hay tres o cuatro especies de caracoles en nuestras 25 hectáreas... Y sin embargo, esta diminuta caracola resulta extraordinaria. Si miramos detenidamente su concha, veremos que está enrollada en sentido contrario al avance de las agujas del reloj (lo cual se aprecia tanto de abajo a arriba como de arriba a abajo). Esta clase de enrollamiento de la concha se denomina levógiro ("hacia la izquierda"), en contraposición al dextrógiro, que resulta ser la norma entre los caracoles.

¿Y por qué nuestra caracola, Jaminia quadridens, se ha empeñado en enrollarse hacia otro lado, llevando así la contraria a casi todas las especies de su familia, los Enidae? La respuesta seguramente debe de estar en sus genes, ya que en otras especies de caracoles el sentido del enrollamiento está determinado genéticamente. En el pasado remoto, una mutación levógira debió de fijarse en la población que originó a todas las Jaminia actuales, así que estamos ante un cambio evolutivo y aquí llegamos a lo que esta caracola puede enseñarnos (o recordarnos): que no todo en la evolución se debe a la selección natural. Sin duda la selección natural es muy importante como explicación de la forma y función de los seres vivos, pero no lo es todo, primero nos lo aclaró el propio Charles Darwin y más adelante Gould y Lewontin en este famoso artículo. En el caso de Jaminia, ¿qué ventaja o inconveniente puede haber en tener la concha enrollada hacia un lado o hacia otro? Yo desde luego diría que da exactamente igual, en todo. Pero hasta las características irrelevantes como ésta pueden cambiar con la evolución. No mejorarán la adaptación del organismo a su entorno, ni la empeorarán, pero así y todo ocurren. Y si buscáramos ejemplos, los encontraríamos, incluso... bajo las piedras.

Más sobre Jaminia en: Caracoles Terrestres de Andalucía (Fundación Gypaetus).

20 octubre 2009

Las bellotas y el gorgojo elefante

Ya van madurando las bellotas de las encinas (Quercus rotundifolia), el árbol más emblemático de nuestro monte mediterráneo y del que tanto habrá que decir más adelante en este blog. Por ahora, fijémonos sólo en una de sus ramas repletas de bellotas. Descubriremos toda una red de vida, llena de vínculos insospechados.

En algunas bellotas, sobre su base en forma de cúpula gris de escamas, hay pequeños escarabajos que han hundido su larguísimo hocico (el rostro, o probóscide) hasta la placenta que ancla la semilla. Son los gorgojos Curculio elephas, el mismo insecto al que Jean Henri Fabre llamó "gorgojo elefante", la misma especie cuya vida él descifró entre las encinas de la Provenza agitadas por el mistral.

Durante estos días de octubre podemos ver lo mismo que Fabre observó: sobre las bellotas, las hembras del gorgojo elefante se alzan como trípodes sobre sus largas patas y taladran muy lentamente con el rostro, hasta no poder penetrar más. Seguidamente retiran su "broca" muy despacio, haciendo un gran esfuerzo con las patas para sacarla del todo, y luego ponen uno o más huevos dentro del "sondeo" que acaban de practicar, metiendo en el agujero un larguísimo ovipositor. Del huevo saldrá una larva con forma de gusano, que vivirá literalmente rodeada de alimento y horadará galerías a base de comer bellota, hasta que, al cabo de pocas semanas, ésta caiga prematuramente. La larva entonces sale de la bellota agujereándola y se entierra en el suelo, a veces hasta varios decímetros de profundidad. Allí sepultada se convertirá en pupa y, si todo ha ido bien y la respetan los hongos entomopatógenos, al final del verano emergerá del suelo un nuevo gorgojo.

¿Es el "sondeo" del gorgojo el motivo por el cual muchas bellotas muestran goterones de savia cerca de la base, el llamado daño del "melazo" de la encina? ¿Acaso esto sucede después de que alguna de las diminutas avispas parasitoides que pululan entre las hojas haya destruido el huevo del gorgojo, permitiendo así que mane mejor la savia? ¿O, por el contrario, el espeso melazo es en realidad una estrategia del gorgojo, en la que la savia atrae a las avispas sociales que pueden alejar de la bellota a potenciales consumidores como, por ejemplo, la paloma torcaz? ¿Y qué relación hay entre este escarabajo y el "melazo" líquido, espumoso, que cubre algunas bellotas, en donde crece la bacteria patógena Brenneria quercina? Por si fueran pocas estas conexiones con otros seres vivos, el gorgojo elefante, al hacer que caigan pronto las bellotas donde se desarrolla, favorece que la cúpula se empape de exudados de savia donde crecerán levaduras y hongos, que serán luego comidos por minúsculos insectos de los que se alimentarán los escarabajos Tachyporus.

Ya lo véis: en octubre, una rama de encina esconde un pequeño mundo complejo y extraño, plagado de seres cuyas vidas entrelazadas tejen uno de los laberintos ecológicos más fascinantes del monte mediterráneo.

Más información sobre el gorgojo elefante en el libro de Fabre "The life of the Weevil".

13 octubre 2009

La guerra de las hormigas

"Puede afirmarse que las hormigas en particular
son los animales más agresivos y belicosos de todos."
Hölldobler y Wilson, Viaje a las hormigas (1994)

Las hormigas Messor bouvieri son con mucho los insectos más abundantes del paraje: habitan en hormigueros subterráneos de hasta decenas de miles de obreras. Su nombre genérico significa "cosechadora" (Messor era ayudante de la diosa romana de la agricultura, Ceres) y alude a que se trata de hormigas granívoras; a base de recolectar semillas llegan a modificar la estructura de especies vegetales del pasto, como veremos en otra entrada. Por ahora, contemplemos esta imagen propia de este tiempo de tormentas: dos "cosechadoras" enzarzadas en una lucha a muerte. Pertenecen a distintos hormigueros, y de su combate puede depender el destino de miles y miles de hormigas. ¿Pero por qué han llegado estos insectos a trabarse en semejante duelo? Y lo primero de todo, ¿cómo se han reconocido como rivales? La respuesta es que cada hormiguero tiene su propio olor característico, así que las hormigas notan pronto cuándo una compañera pertenece o no a su colonia. Normalmente cada colonia no interfiere mucho con las demás porque cada una tiene sus propias rutas para recolectar semillas, pero, cuando llueve, los rastros químicos que marcan esas sendas sobre la tierra se borran, con lo cual hay que trazarlas de nuevo y entonces se producen encontronazos con las hormigas vecinas. Resultado: la agresividad se desata.

La gran obrera que se alza amenazadora sobre su rival estaba minutos antes patrullando lejos de su hormiguero, pero su encuentro casual con una hormiga de otra colonia degeneró en esta batalla a muerte. El objetivo de cada hormiga es la aniquilación total de su adversaria, porque, si ésta quedase viva, huiría a su hormiguero y daría una señal de reclutamiento consistente en un olor especial (la feromona de alarma) y un débil chirrido (emitido con un raspador pequeño de su cintura); entonces regresaría al ataque con más hormigas dispuestas a zanjar de una vez la refriega. Primero los dos ejércitos calibrarían sus fuerzas, aunque aún no se sabe cómo lo hacen - quizá cada hormiga cuenta de algún modo el número de obreras cabezonas rivales, lo cual da una idea del tamaño del hormiguero enemigo. Si hay mucha superioridad en un bando, la batalla puede desencadenar una guerra total, en la que una columna de hormigas se abre paso hacia el hormiguero rival y no cesa hasta entrar en él y acabar con la colonia. Así habrán ganado sus graneros subterráneos y el territorio donde se abastecían de semillas, en resumen, muchísimo alimento y suelo por donde extender su hormiguero.

Pero es llamativo que las hormigas estén individualmente dispuestas a morir por estas ventajas para su grupo. ¿De dónde sacan tan ciega lealtad? La clave es que las obreras han optado evolutivamente por no reproducirse, dedican su vida a ayudar a su madre, la reina, a criar a sus hermanas que sí se reproducen, las hormigas aladas. Así que si las obreras, muriendo, ayudan a salvar su hormiguero, habrán triunfado en el juego darwiniano por la existencia: la reina madre seguirá viva, y los genes de las obreras caídas en combate podrán pasar a la siguiente generación a través de sus hermanas y hermanos alados...

Ver más información sobre las Messor en Lamarabunta.org.

06 octubre 2009

Las últimas flores... son las primeras

Avanza el otoño y, con los días más frescos y la tierra ya humedecida por las tormentas, se abren las últimas flores del año, los azafranes silvestres (Crocus serotinus). Nacen de bulbos, como tantas otras flores de los pastizales mediterráneos; pertenecen, por tanto, al biotipo de los geófitos en la clasificación de Raunkiaer. En algunos geófitos, como por ejemplo el azafrán, ocurre algo extraño: las flores se abren antes de que las hojas se desarrollen completamente. Estas plantas se llaman histerantos, en contraposición a los sinantos, que florecen con hojas ya bien desarrolladas. ¿A qué puede deberse esta condición? ¿Y por qué se abren tan tarde sus flores?

Para buscar respuesta a estas preguntas, partamos de que en un día soleado casi todos los azafranes tienen abejas alrededor. A menudo incluso las abejas pasan la noche dentro del azafrán, donde la temperatura es más agradable. Es decir, los pocos insectos que son buenos polinizadores y que aún quedan vivos a estas alturas del año acuden al azafrán casi desesperadamente, porque... ¡es la única flor que hay! Debido a esto, los azafranes juegan con ventaja a la hora de ser polinizados: ninguna otra flor les hace la competencia por los insectos. Así, para producir semillas les basta con abrir una flor al año por bulbo, con lo que ahorran nutrientes y energía. Por todas estas razones, se cree que la selección natural ha desplazado la época de floración de los azafranes, y sorprendentemente lo ha hecho adelantándola hasta pasar del inicio de la primavera al invierno y, dado que durante éste no hay abejas, de ahí al otoño, en el que, aunque no tengan hojas desarrolladas, las reservas alimenticias de su bulbo subterráneo les permitirán florecer. Es curioso pensar que, entonces, los azafranes no son en realidad las últimas flores de la temporada, sino las primeras de la siguiente, ¡las más adelantadas de todas!

Encontraremos en nuestro monte otras flores que han optado por abrirse en épocas del año más bien poco propicias al crecimiento vegetal, pero eso será dentro de varios meses. De momento, un apunte etnobotánico como final: estos azafranes silvestres se llaman en la zona "arrendajos", porque imitan ("arriendan", en la sabrosa jerga comarcal) las flores del azafrán cultivado, la rosa del azafrán que dio nombre a la única Zarzuela ambientada en La Mancha y cuyo cultivo es, cada vez, más y más escaso...