17 julio 2013

Huida (evolutiva) del verano mediterráneo

Lobito meridional (Pyronia cecilia), una de las dos especies de lobitos del ecosistema, donde coexiste con el lobito listado (Pyronia bathseba).
En la hora azul del amanecer, la cháchara de las currucas se mezcla con la llamada lejana de las gangas mientras el termómetro casi roza los 20º C. Pronto asoma el sol incendiando de luz dorada los eriales secos, y entonces la temperatura asciende rápidamente. Hacia los 25º C, el estridente chirrido de las cigarras toma el relevo a los reclamos de las aves. Comienza el turno de los insectos: las avispas Prionyx buscan saltamontes, las hormigas león se desperezan en los tallos quebradizos, y las mariposas pardas revolotean a la umbría de las encinas para luego libar de las escasas flores que apenas ofrece el pasto agostado.
 
Nunca deja de sorprenderme cómo toda esta fauna diminuta logra soportar la durísima prueba de la sequía del verano mediterráneo. Apenas sabemos cómo lo consiguen. Fijémonos en las flores de un cardo corredor, donde en nuestro ecosistema ahora sorbe néctar una mariposa parda exclusiva de la región, el lobito listado (Pyronia bathseba). Esta discreta mariposa se aproxima ya al final de su vida de adulto, que abarca de abril a julio. En cambio su pariente, el lobito agreste (Pyronia tithonus), que se distribuye ampliamente por Europa, emerge como adulto al comenzar el verano. Este caso representa la norma entre las mariposas mediterráneas que tienen pocas generaciones al año: las especies endémicas suelen hacerse adultas en primavera, unos cuantos meses antes que las especies de amplia distribución, mucho más veraniegas. Parece como si las mariposas genuinamente mediterráneas estuvieran evitando salir de la crisálida en los meses de verano… Cuando encontré este patrón, pensé si no debería de ser al revés. Es decir, ¿por qué las mariposas más mediterráneas huyen precisamente de lo más característico del clima mediterráneo, la sequía estival? ¿No deberían estar adaptadas a dicha sequía? Confunde pensar en términos de mariposas, pero la historia cambia desde el punto de vista de… las orugas.
 
Las mariposas, al adelantar su ciclo vital unos meses, logran que sus orugas ya crecidas no tengan que enfrentarse a la sequía del principio del verano mediterráneo. La oruga se alimenta en primavera y antes de los grandes calores se ha transformado en adulto. Esta precocidad sólo puede aportarle ventajas, pues la oruga es la fase más vulnerable de estos insectos. Una oruga tiene piel tierna que se deshidrata al sol fácilmente, y si su planta nutricia se va secando puede morir o no completar bien su desarrollo. Así pues, el adelanto de la época de adulto parece ser para las mariposas mediterráneas una adaptación que ayuda a evitar los rigores del verano. ¿Pero por qué este adelanto sólo se da en las mariposas endémicas, y no en las de amplia distribución? Seguramente porque las mariposas endémicas, al estar confinadas bajo nuestro clima, pueden evolucionar sin el estorbo constante que supondría para ellas el reproducirse con mariposas procedentes de otras regiones climáticas, mariposas que aportarían a la especie genes adaptados a otros climas, dificultando así la adaptación al clima mediterráneo. En definitiva, a través de este caso aprendí que los endemismos no sólo son valiosos por ser irrepetibles y exclusivos, sino como ejemplos vivientes de la evolución en nuestro entorno más cercano.
 
Basado en un artículo que publiqué en la revista Bulletin of Insectology.